Trágico
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Axel Kaiser
Una tragedia se define por el hecho de que todas las alternativas de acción de los protagonistas llevan a un desenlace horrible. La situación actual de Grecia y Europa es trágica en el sentido más clásico del término.
El engendro del euro fue un proyecto político de las élites europeas sin consideración mayor por su viabilidad económica.
Ciento cincuenta y cinco economistas alemanes advirtieron en 1998 en una carta abierta que la moneda común llevaría al viejo continente al desastre. Pero Kohl pensaba que el tema era político y no económico.
En cierto sentido Kohl tenía razón, pues François Mitterrand puso como condición para la reunificación alemana el que Alemania se deshiciera del marco, que según Mitterrand era la "bomba atómica de los alemanes". Como sabemos, el marco alemán era una de las monedas más solidas del mundo y la Bundesbank el banco central más prestigioso de Europa.
Mientras el sur de Europa devaluaba una y otra vez para financiar su gasto fiscal, los alemanes mantenía el valor del marco forzando a los demás países de Europa a la disciplina fiscal. Hasta que Kohl accedió a transferir la política monetaria alemana a los países del sur europeo mediante la creación del Banco Central Europeo, (BCE) en cuyo consejo Alemania tiene un solo voto igual que Malta o Chipre a pesar de concurrir con el 27% de su capital.
Luego del anuncio formal del euro en la cumbre de Madrid en 1995 Europa experimentó un proceso de convergencia en sus tasas de interés. En otras palabras, el riesgo de países sólidos como Alemania fue colectivizado, pues se aseguró implícitamente que los países del norte no dejarían caer a los irresponsables países del sur.
El resultado fue que los bonos a 10 años de los griegos, que pagaban más de un 20% anual en intereses, vieron caer su rendimiento casi a niveles alemanes. Lo mismo ocurrió con España, Portugal y los demás países del euro.
Con un acceso al crédito nunca antes visto estas naciones se embarcaron en una orgía de endeudamiento, gasto y consumo que produjo un boom artificial financiado con recursos que fluían del norte al sur. Esto llevó a un encarecimiento cercano a un 40% promedio en los famosos PIIGS destruyendo su competitividad y llevándolos a gigantescos déficits en las balanzas de pagos.
Mientras tanto, Alemania acumulaba superávit comerciales también enormes producto de la exportación de capitales hacia la periferia europea. Esta fuga de capitales llevó a Alemania a tener el menor crecimiento económico de Europa, la tasa de inversión más baja de los países de la OCDE y un desempleo de más de 10%. Tan desesperada fue la situación alemana luego de la introducción del euro que el canciller socialdemócrata Gerhard Schroeder se vio obligado a recortar el estado benefactor, bajar impuestos y liberalizar los mercados, con lo cual la competitividad de la economía alemana se incrementó aun más en relación al resto de Europa.
Cuando vino la crisis de 2008 los capitales ya no llegaron más a la periferia y las tasas de interés volvieron rápidamente a niveles pre euro poniendo fin al artificial periodo de convergencia anterior. Esto significó el fin al crédito fácil y el colapso de las economías del sur de Europa que ahora no podían acceder a crédito barato ni pagar las deudas que habían contraído.
Y entonces entró el BCE para suplantar a los mercados de capitales mantenido la moneda a flote, otra vez artificialmente. Junto a los paquetes de rescate que han beneficiado esencialmente a los banqueros y al mundo financiero, el inflacionismo del BCE ha sido la razón por la que el euro no ha colapsado. Pero como los problemas de fondo persisten, nada se ha resuelto y la crisis tiene hoy un potencial más destructivo que antes.
Cuando se sincere la situación, el mundo verá que si bien Europa solo enfrentaba muy malas alternativas, finalmente, por ganar tiempo, optó por la peor. Y todo por no dejar que los mercados funcionaran.