La Constitución y los refundadores
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Axel Kaiser
¿Por qué un grupo de intelectuales y políticos de izquierda, incluida una ex presidenta de la República, quiere desechar la actual Constitución?
Jaime Guzmán, su principal arquitecto nos daría la respuesta en 1986. En una entrevista al diario La Nación, sostuvo: “En la Constitución anterior bastaba una simple ley para transformar a Chile en un país colectivista. Con la actual Constitución ello no sería posible, porque sus normas lo impiden“.
Más claro imposible. Lo que buscan quienes pretenden hoy echar por la borda la Constitución es poner fin al sistema económico liberal que ha incrementado la libertad y prosperidad de los chilenos y ha otorgado una estabilidad democrática sin precedentes en la historia del país. Entre estos “refundadores de Chile“, sin duda, hay quienes de buena fe creen que nuestro sistema económico, anclado en la Constitución, beneficia esencialmente a unos pocos, perjudica a las mayorías y limita la democracia más allá de lo tolerable. Ellos quieren “un nuevo modelo“.
Otros, simplemente motivados por una ideología febril, prefieren destruir lo alcanzado si ese es el precio a pagar por la construcción de su sueño igualitario. Entremedio tampoco faltan los ingenuos -demócratacristianos y otros- que creen que podrán mantener el afán refundacional de los más extremistas a raya, mostrándose dispuestos a abrir la puerta a un cambio constitucional. En el pasado pensaron lo mismo con Salvador Allende, a quien antes de darle sus votos en el Congreso para que asumiera como presidente exigieron firmar un “Estatuto de Garantías Constitucionales“ (EGC), en el que el líder socialista se obligaba a no aplastar los derechos fundamentales de los chilenos. Poco tiempo después, Allende reconocería en entrevista al intelectual marxista francés Régis Debray, que había aceptado el EGC sólo por razones estratégicas, pero que jamás había pensado desviarse una coma de su proyecto revolucionario marxista. El resultado es conocido.
A diferencia de entonces, hoy el riesgo no es que Chile se convierta en un totalitarismo comunista. El riesgo, si se desbanca nuestra Constitución, es que terminemos cayendo en un populismo redistribuidor a la argentina que liquide tanto la prosperidad de nuestra economía como la estabilidad política y social del país. Guzmán entendió esto perfectamente. Él sabía que no era posible una democracia estable sin una economía sana y que ésta, a su vez, era incompatible con un Estado grande. De ahí que la Constitución actual frene el estatismo. Su defensa es, por lo tanto, la máxima prioridad de todo líder político, intelectual y empresarial chileno que aspira, por su propio bien, el de sus hijos y el de sus compatriotas, a proyectar hacia el futuro el éxito de las pasadas décadas.
No es necesario mirar a Argentina para saber lo que nos puede esperar si los “refundadores de Chile“ logran su objetivo. Nuestra propia historia es más que suficiente para entender que todo lo que se creía sólido puede desvanecerse en el aire de manos de ideologías estatistas y buenas intenciones.