El circo europeo
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Axel Kaiser
Hace algunas semanas, Peer Steinbrück, candidato a canciller socialdemócrata para las elecciones de este año en Alemania, afirmó que en la última elección italiana habían ganado un par de “payasos”.
Más allá del impase dimplomático que provocó el comentario, este refleja de manera elocuente el deplorable estado en que se encuentra la comprensión de los líderes europeos sobre la crisis que están enfrentando. Steinbrück fue, desde el principio, un entusiasta del euro, proyecto que ha probado ser un fracaso desde el punto de vista económico y que se está convirtiendo en dinamita para la convivencia pacífica en Europa.
Desde la Segunda Guerra Mundial que no se veía tal nivel de odiosidad entre los diversos pueblos ni tanta tensión entre los dirigentes de los distintos países. En las calles de Italia, España, Portugal, Grecia y Chipre miles de personas marchan protestando contra la “dictadura” de Bruselas y de Alemania, portando imágenes de Angela Merkel con la svastica nazi y prendiendo fuego a banderas alemanas y europeas.
Y no es para menos. El eurofanatismo de las élites políticas ha llevado a violar todas las reglas de constitución de la unión monetaria, partiendo por la cláusula que impide rescatar a países insolventes.
Ahora la política de rescates está fuera de control. Primero se dijo que no se iba a rescatar a nadie, luego que sólo a Grecia por una vez. Enseguida se volvió a rescatar a Grecia, luego vino Irlanda pero era otra excepción. Al poco andar se sumó Portugal, España -que supuestamente nunca necesitaría rescate- y Chipre. El Banco Central Europeo (BCE) mientras tanto, contra la fiera oposición de la Bundesbank, sostuvo que excepcionalmente comenzaría la compra limitada de bonos soberanos. Al poco andar inyectó casi un millón de millones de euros al sistema bancario para evitar su colapso. Pasó el tiempo y el ex hombre de Goldman Sachs, Mario Draghi, salió a decir que en realidad la compra de bonos soberanos iba a ser “ilimitada“, agregando que a los mercados no les debía caber duda alguna que el BCE imprimiría todo lo necesario para evitar que los inversionistas incurrieran en pérdidas.
Paralelamente, los políticos creaban el supuestamente temporal Mecanismo de Estabilización Europeo (ESM), cuyo monto original se incrementó sustancialmente. Como esto no bastó, aprobaron el Mecanismo de Estabilización Financiera Europeo (EFSM), éste sí con carácter permanente.
Todo lo anterior buscando la receta mágica para no introducir las imprescindibles reformas liberales que Europa necesita y reconocer que cada país debe tener una moneda que corresponda a su competitividad. Como resultado, millones de personas están siendo condenadas a la miseria en el sur mientras el norte acumula pasivos gigantescos, al punto de que hace poco Moody’s amenazó a Alemania de que bajaría su calificación de riesgo.
Y mientras todo eso ocurre, Barroso, Schulz y Van Rompuy reciben el premio Nobel de la Paz a nombre de todos los europeos. Con razón diversos analistas se preguntan si acaso no serán otros los verdaderos payasos de este circo.