Andrés Meirovich

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Andrés Sanfuentes Economista

Por: Andrés Meirovich | Publicado: Jueves 12 de julio de 2018 a las 13:05 hrs.
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La creciente afluencia de inmigrantes es una demostración de los progresos que ha tenido el país en los últimos decenios, que lo han transformado en un lugar atractivo para quienes desean cambiar de residencia por motivos económicos, políticos e incluso de seguridad pública. Esto, a pesar de que Chile no es amigable para recibir extranjeros, con una legislación anquilosada, institucionalidad poco eficaz para acogerlos y una cultura que les transmite distancia.

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Sin embargo, se observa un cambio positivo en la mentalidad ciudadana de mayor valorización del inmigrante, con menos prejuicios frente a aquellos que no son de origen europeo, altos y rubios, como fue tradicional. Es creciente la valoración de quienes llegan por su aporte al progreso local y se destacan las condiciones personales propias de personas que —para abandonar su lugar de origen e iniciar la aventura de buscar otro destino— poseen capacidad emprendedora, iniciativa, deseos de progresar, dinamismo, sin temor a lo desconocido; a lo cual se unen su espíritu de sacrificio, ahorro y autodisciplina.

La sociedad chilena necesita el aporte de los inmigrantes para reforzar el emprendimiento y la diversidad cultural, a lo cual se agrega que desde una mirada económica es un “negocio”, ya que la mayoría posee un capital humano valioso, superior a los promedios nacionales. El costo de su formación se hizo en el extranjero en el proceso educativo, el cuidado de la salud y la experiencia laboral. A lo anterior se suman los problemas demográficos de envejecimiento de nuestra población.

Después de muchos años se está iniciando la discusión de un proyecto de Ley de Extranjería que apruebe un ordenamiento del tema, agudizado por la creciente masividad y heterogeneidad de la inmigración. Se trata de un asunto complejo en que también competirán la urgencia por resolver algunos asuntos con la necesidad de implementar políticas de largo plazo y estables, que permitan la integración social de los recién llegados.

Entre las materias destacadas están las cadenas migratorias, importantes en el caso de los inmigrantes latinoamericanos, que son la gran mayoría y se caracterizan por la llegada inicial de unos “adelantados” del grupo familiar, quienes una vez radicados continúan atrayendo al resto de la familia o a cercanos. Este rasgo es habitual en todos los procesos y las normas deben contemplar el fenómeno, no interrumpirlo. Un caso ilustrativo es el de los peruanos, el primero de carácter masivo hacia Chile, que una vez asentados han continuado esta cadena, de manera que en la actualidad siguen ingresando en gran cantidad.

Se puede analizar que el actual proceso migratorio continuará por un período prolongado, lo cual debe incorporarse en la normativa para no interrumpir procesos que son naturales y positivos, y donde la urgencia puede llevar a situaciones como la reciente medida de nuevas visas para los haitianos, cuya discrecionalidad ha llevado a casos de discriminación que impiden ejercer sus derechos a los cercanos de quienes habitan en Chile.

Uno de los asuntos más complejos es la implementación del sistema de visas, que requiere de reformas profundas y que necesita compatibilizar la permanencia en el país de personas que vienen con objetivos muy diferentes, desde el mero turismo hasta radicarse definitivamente, pasando por visitantes fronterizos, motivos de trabajo, estudiantiles, o meramente reunir fondos para efectuar remesas a cercanos que viven en el exterior.

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