América Latina avanza a tropezones
Sergio Lehmann Economista jefe Banco Bci
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Sergio Lehmann
La historia de América Latina está marcada en la mayoría de sus países por políticas sustentadas en un Estado de gran tamaño, que interviene en distintos sectores productivos, con miradas cortoplacistas en definiciones claves y falta de realismo económico. No es casualidad, entonces, que si uno revisa los últimos 100 años, sea la segunda región del mundo que menos crece, mientras que en los últimos quince definitivamente se coloca al final.
Esto se da a pesar de sus enormes riquezas naturales, que le entregan una potente ventaja en materia de competitividad frente a otras regiones. Detrás de ello se reconoce que construir una institucionalidad sólida, avanzar hacia una educación de alta calidad o promover la investigación, no han sido focos de las políticas de desarrollo, privilegiando más bien el retorno político inmediato. Tal como nos hacen ver Daron Acemoglu y James Robinson en su libro “Por qué fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, la institucionalidad es clave para determinar el éxito y capacidad de desarrollo de un país.
“El próximo año la región crecerá bajo el 1%, de la mano con un escenario global complejo, junto con una política monetaria aplicada para contener la inflación. Destacarán las economías que, pese a los vaivenes políticos, mantienen una institucionalidad más sólida”.
El próximo año América Latina mostrará un crecimiento bajo el 1%, de la mano con un escenario global complejo, junto con la acción de la política monetaria aplicada para contener la inflación. Destacarán en materia de desempeño aquellas economías que, a pesar de los vaivenes políticos, mantienen una institucionalidad más sólida. Cabe consignar que la región inició mucho antes que las economías desarrolladas las políticas para contener la inflación. Acorde con ello, ya comienzan a verse los resultados de ese trabajo.
Los casos de Brasil, Chile y Perú son los que reconocen con mayor nitidez la baja en presiones inflacionarias. De forma incipiente se avizoran también mejoras en esa línea en Colombia y México. De esta manera, hacia el segundo trimestre del próximo año se iniciarían recortes de tasas de política en buena parte de las economías de la región, mientras el mundo desarrollado debe esperar aún por medidas más contractivas. Esto permitirá, con miras a 2024, que América Latina recupere dinamismo.
De todas formas, es importante hacer ver que el crecimiento potencial de la región se sitúa en torno a 2%, una cifra muy pobre que refleja rigideces y problemas estructurales. Casos extremos y lamentables son Argentina y Venezuela, otrora los países más ricos de la región, sumidos desde hace años, por distintas razones y grados, en el aislamiento financiero, la inflación y la creciente pobreza.
¿Y cómo podría tomar América Latina un mayor protagonismo en la economía mundial? Para esos efectos es necesario fortalecer la institucionalidad, como se recoge de la experiencia mundial. Pero además es fundamental un compromiso total por no empujar medidas que la debiliten, tal como ocurrió en nuestro país tras el estallido social. Ello exige dejar de lado el populismo y las miradas miopes, lo que requiere de una buena educación y formación, el mayor déficit de la región respecto a países que avanzan con rapidez. Precisamente allí ha habido un importante retroceso en los últimos años, fruto del incremento en la exclusión escolar y el limitado acceso a la enseñanza durante la pandemia. Junto con reforzar la institucionalidad, es ahí donde debemos poner las fichas de forma de recuperar el terreno perdido. Tenemos la capacidad para hacerlo, pero eso requiere de voluntad política y una mirada de largo plazo. Pueda ser que más temprano que tarde nos hagamos cargo de aquello.