Alberto Etchegaray

¿Dónde nos perdimos?

Está claro que vivimos un tiempo de cambio. Y no estoy aludiendo a los cambios políticos producidos por el reciente cambio de gabinete...

Por: Alberto Etchegaray | Publicado: Martes 19 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Alberto Etchegaray

Alberto Etchegaray

Está claro que vivimos un tiempo de cambio. Y no estoy aludiendo a los cambios políticos producidos por el reciente cambio de gabinete o a los futbolísticos que, esperamos, vendrán en la selección para enmendar la derrota de la Copa América.



Me refiero al de la calle, a esa creciente ebullición social que ya forma parte de panorama de la sociedad chilena. HidroAysén, el lucro en la educación, el AVC, La Polar o los transgénicos. En cada nueva materia de discusión pública está siendo una costumbre que las disconformidades ciudadanas se traduzcan en manifestaciones públicas en la calles.

Hace sólo unas décadas se decía que a Chile le sobraba institucionalidad y le faltaba ciudadanía. Se hacía alusión a que los chilenos, a diferencia del resto de los vecinos de América Latina, contaban con un gobierno fuerte que aseguraba eficiencia pero que adolecíamos de una sociedad civil que manifestara su opinión. Por eso es bienvenido que los chilenos manifiesten públicamente sus posiciones respecto a asuntos que nos afectan a todos. 
Pero para lo que no estábamos preparados era a encontrarnos con una actitud de abierta indignación que se ha traducida en manifestantes masivos en las calles. Porque lo cierto es que este escenario de participación no fue previsto por ningún dirigente o académico, escenario en el que cada uno tendrá su propia cantinela para explicar los motivos razón de esta creciente ebullición.

Eugenio Tironi planteaba en una columna de hace unos días que el problema se debía a la “enfermedad 15M”: al instante en que Chile superó los US$ 15 mil per cápita y que ha llevado a que muchos chilenos salgan a las calles no ya para reclamar por cómo entrar al sistema, sino sobre el tipo de sistema al que se los está empujando a entrar.

Algo de razón tiene. Pero la complemento con mi propia teoría: la confianza interpersonal de los chilenos hace mucho rato que está dañada. Por de pronto pongo como prueba los varios estudios internacionales que muestran que Chile tiene niveles de confianza interpersonal no correlacionados con su nivel de desarrollo económico, con indicadores que rondan el 30% frente a la pregunta “¿Ud. diría que se puede confiar en la mayoría de las personas?”. Sin duda una mala señal sobre todo si se compara con con el 40% de Argentina y el 50% de Venezuela, ambos países con altos niveles de conflicto social. 
Ese indicador muestra un déficit no sólo en la confianza política que impide construir proyectos de país a gobierno y oposición, sino también de la confianza que se tiene en la interacción diaria y común con otros. ¿Habrá algo más indicador de esta falta de confianza interpersonal que ver los altos ratings de “En su propia trampa”, el programa que muestra los engaños perpetrados por delincuentes contra gente común? 
Lo que es claro es que la nueva realidad de desconfianza interpersonal se instaló en Chile. Y sin confianza social no habrá nunca espacio para la discusión sana y la construcción común. Por eso, quienes quieran erigirse como líderes de futuro tendrán que mostrar un camino que permita superar esa creciente suspicacia nacional.

Lo más leído