Los candidatos a las próximas elecciones presidenciales deberán preocuparse de proponer al país una agenda laboral clara, ya que el actual gobierno ciertamente no la tuvo. Ello queda demostrado en las declaraciones del ministro de Hacienda hace algunas semanas , al señalar que como gobierno no encontraron el apoyo necesario “en el mercado laboral” para las reformas que trataron de impulsar, ejemplificándolo con el fallido proyecto de reajuste automático del salario mínimo, piso básico que no soluciona nada de fondo.
No deja de llamar la atención la insistencia en vincular las condiciones laborales con el concepto de mercado, al utilizar la expresión “mercado laboral”. Es cierto, un mercado sano otorga los recursos que “pueden” redundar en el bienestar de los ciudadanos, pero tal como lo recordara el ex director general de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavía, en su Clase Magistral dictada en la Universidad Central, no es el mercado el que puede solucionar la realidad de los dos tercios de los trabajadores chilenos que viven con menos de $ 500 mil brutos al mes.
Sin duda son las políticas públicas las llamadas a realizar esta labor, las que, claro, dependen ineludiblemente de los resultados del mercado. Pero éste, por sí mismo, no puede proporcionar esta prosperidad, sino mediando políticas redistributivas.
Quien aspire a llegar a la Moneda deberá ser capaz de comprender que la solución de los problemas laborales que afectan no sólo a los trabajadores sino también a los empleadores de nuestro país, es decir, incluyendo los nudos existentes en las rigideces de algunas normas laborales, no se encuentra en la aprobación de leyes piso, sino en la negociación directa entre los actores laborales (empleadores y trabajadores) en concordancia a la realidad de cada comunidad laboral, la cual sólo puede prosperar en la medida que se otorgue la debida relevancia a la organización sindical como ente negociador por excelencia.
Asimismo, se vuelve necesario contar con la autonomía necesaria para la existencia de una verdadera negociación colectiva cuyas normas no terminen abortando a aquellas que consagran la libertad y fortalecimiento de los sindicatos, como aquella norma de desincentivo a la asociación y cohesión laboral que permite a los trabajadores aprovechar todos los beneficios de la negociación colectiva “quedándose afuera” de la negociación y del sindicato, esperando simplemente que le lleguen esos beneficios por la vía de su extensión, sin haber luchado por ellos.
Hoy se requiere de normas laborales que cumplan una función promocional de los mecanismos autónomos de solución de los conflictos laborales y libere a la negociación colectiva de este verdadero estado policial en que se encuentra. Claramente la solución de la problemática laboral pasa por la voluntad de dejar funcionar las instituciones propiamente laborales y no seguir delegando esta actividad en el mercado o en la dictación de leyes piso. Si nuestros candidatos no son capaces de plasmar esta realidad en sus programas, los gobiernos seguirán marcando el paso en materia de la denominada “agenda laboral”.