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María Pía Aqueveque

La tecnología es agnóstica; la innovación, ideológica

MARÍA PÍA AQUEVEQUE Directora de empresas, experta internacional en activos digitales

Por: María Pía Aqueveque

Publicado: Jueves 23 de enero de 2025 a las 04:00 hrs.

María Pía Aqueveque

María Pía Aqueveque

Otro año en Davos y, nuevamente, el énfasis está en los desafíos y oportunidades de la tecnología. Blockchain, inteligencia artificial y computación cuántica se han tomado los últimos tres años las calles de este pueblo en medio de los Alpes Suizos. Lo cierto es que la tecnología es neutral, pero lo que hacemos con ella no lo es. De allí, surge la pregunta: ¿está el hombre moderno preparado para utilizar con acierto el poder que ella le confiere?

En el contexto de las tecnologías de la información (TI), agnóstico se refiere a algo que está generalizado para que sea interoperable entre varios sistemas; mientras que la innovación responde a la visión de la humanidad. A medida que la innovación tecnológica aumenta su capacidad de autoconocimiento y autonomía, es posible que la humanidad no advierta la seriedad de los desafíos que se presentan y, como dice el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si, “la posibilidad de que el hombre utilice mal el poder crece constantemente”.

“La actualización tecnológica es insuficiente si el modelo de negocio no va acompañado por un sistema financiero con un foco menos susceptible al mercado especulativo de corto plazo”.

Las innovaciones que desarrollamos de la mano de lo tecnológico no están acompañadas de un sistema financiero que fomente la sostenibilidad; por el contrario, siguen promoviendo la centralización del poder en todas sus formas.

La centralización es el modelo que conocemos porque las tecnologías disponibles para desarrollar innovaciones en las primeras revoluciones industriales eran la forma más eficiente para organizar los recursos: el trabajo y el capital. Esto se deriva de un sistema monetario con un diseño centralizado que corresponde a un modelo tecnológicamente obsoleto. Hoy, las tecnologías distribuidas permiten el diseño no solo de un sistema financiero descentralizado, sino también de la distribución del valor que recibe el aporte de los recursos implícitos en un sistema productivo. En lugar de que el Foro Económico Mundial convoque a líderes bajo el lema “Colaboración para la era inteligente”, debiéramos repensar cómo crear un sistema financiero y productivo sostenible.

La actualización tecnológica no es suficiente si no cambiamos el enfoque de modelo de negocio y si este no está acompañado por un sistema financiero que tenga un foco menos susceptible al mercado especulativo de corto plazo.

La innovación es un legado para las próximas generaciones. Así como Leonardo Da Vinci una vez soñó con un hombre libre capaz de volar, los hermanos Wright demostraron que el sueño de volar era posible. Hicieron lo imposible, posible. Nuestro desafío es buscar modelos de negocios y sistemas financieros que distribuyan mejor el aporte de cada uno de los participantes en un sistema o proceso.

Hoy, la innovación tecnológica está llegando a encrucijadas existenciales y filosóficas porque estamos en un sistema financiero-monetario que no entrega los incentivos para proponer nuevas soluciones. En momentos como este es importante detenerse y recordar las palabras de Clayton M. Christensen: “El peor lugar para desarrollar un nuevo modelo de negocio es dentro de tu modelo de negocio existente”.

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