Monomanía y estupidez
Antonia Russi Investigadora Fundación para el Progreso.
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Antonia Russi
Probablemente pocas épocas hayan sido más hipócritas que aquella en la que nos encontramos. Vivimos en la era de la "tolerancia" y de la "diversidad", sin embargo, invocando esos mismos valores se oprime a quien desafía el paradigma de opinión establecido. Esta censura es de tal naturaleza que no solo prohíbe opinar, sino que también pensar.
El psicólogo social Jonathan Haidt define como "monomanía" a la obsesión por concebir la realidad de manera rígida, sometiéndola a una idea preconcebida. Para la mente monomaniaca, las explicaciones son solo válidas si corresponden con marcos ideológicos predeterminados.
Como consecuencia, estas dicen poco de la realidad y mucho de la estructura mental del sujeto.
Nada de esto es compatible con el genuino ejercicio de pensar, pues evidentemente expresar ideas novedosas y contrarias a la opinión común quiebra con la reducción que la monomanía hace de la realidad, a polos extremos que no permiten procesar complejidad. En el discurso actual, por ejemplo, se dice falsamente que buena parte de los problemas solo se explican por la existencia de opresores y oprimidos. Es el caso del feminismo dominante, donde usualmente el análisis se limita a la denuncia de la responsabilidad masculina de los problemas de las mujeres, sin aceptar matices o evidencia en contrario.
Esta forma de ver el mundo acarrea costos enormes. La incapacidad, especialmente de parte de las nuevas generaciones, de hacer juicios completos, complementarios y multicausales restringe la posibilidad de solucionar problemas urgentes. Peor aún, esta falta de soluciones se interpreta como la confirmación de la percepción de que el mundo es un lugar hostil y amenazante en el que los jóvenes u otros son meras víctimas, sin esperanza alguna de superarse. El rol de la universidad en este círculo vicioso es decisivo. Según explica el mismo Haidt, al reafirmar sesgos cognitivos, las aulas universitarias homogenizan el pensamiento produciendo la clausura del debate racional, pues cualquiera que busque discutir los dogmas transmitidos será atacado y excluido por el grupo que se declara ofendido.
En Chile, el clima de intimidación que rodea a quien piense distinto es cada vez mayor. El órgano constituyente y su idea de "negacionismo" como una desviación de la verdad oficial que debe ser sancionada, es probablemente el caso más agresivo de deriva totalitaria visto hasta ahora. Y aunque haya encontrado resistencia, da cuenta sin duda de un fenómeno más profundo que amenaza nuestro progreso social y cultural.
Y es que, como señala Haidt, la actitud reduccionista propia de la monomanía hace a los grupos que caen en ella literalmente "estúpidos", al hacerlos incapaces de superar un esquema de pensamiento binario para desarrollar las herramientas que les permitan entender la complejidad existente en las problemáticas que abordan.