El plebiscito de Trump
Jorge Sahd K. Director Centro de Estudios Internacionales UC
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Jorge Sahd
Lo que se vive en Estados Unidos no es una elección entre Donald Trump y Joseph Biden, es más bien un plebiscito sobre el Presidente. Quienes apoyan al candidato demócrata señalan que la principal razón de su voto es que no es Trump. Aunque la pandemia terminó con el favoritismo del mandatario, el voto de los indecisos puede definirse por temas más relacionados al legado del gobierno que al mero manejo del Covid-19.
Economía, salud, nombramientos de la Corte Suprema, pandemia y seguridad son las cinco prioridades de los votantes, de acuerdo con el Pew Research Center. A esta variedad de temas se suman la heterogeneidad de los Estados y la incertidumbre propia del voto voluntario en la movilización del electorado. Quizás por eso fallaron todas las encuestas en 2016 y hay que mirar con distancia las de hoy.
¿Cuál es, entonces, el verdadero legado del gobierno de Trump?
El primero es el nombramiento de jueces. Trump dejará como principal legado una mayoría conservadora en la Corte Suprema, luego de los nombramientos de los jueces Gorsuch y Kavanaugh. Si logra la ratificación de la candidata Amy Coney Barret antes de la elección, Trump consolidaría una mayoría de 6-3 en la Corte. Para los americanos, la Corte Suprema es esencial en la definición de grandes temas de la sociedad y sin duda puede ser un elemento movilizador en la elección.
En política interna, Trump se anota otros dos triunfos. Primero, la reforma tributaria en 2018. Más allá de los cuestionamientos a su impacto en el déficit fiscal, el recorte de impuestos a las empresas de un 35% a un 21% dinamizó la economía y la inversión, disparó la confianza empresarial y contribuyó a seguir bajando las tasas de desempleo a sus niveles más bajos en cinco décadas. La segunda iniciativa fue su política de desregulación, donde cada nueva regulación exigía eliminar al menos dos regulaciones existentes. Según la Brookings Institution, las agencias públicas disminuyeron significativamente el total de nuevas regulaciones durante los dos primeros años de gobierno, lo cual constituye una señal para facilitar los negocios e impulsar la industria.
Con estas dos iniciativas, Trump sentó el discurso de la libertad económica y Estado reducido, a contrapelo del establishment internacional que se debatía entre aumentos de impuestos corporativos y más regulaciones a la economía.
En política exterior, el legado de Trump suma más dudas que certezas. El “América First” significó un abandono casi total de la responsabilidad global característica de EEUU. La política exterior de Washington fue transaccional, sin estrategia de largo plazo. Cada decisión se tomó en base a un cálculo político interno cortoplacista. El enfrentamiento con China, más que una respuesta de largo alcance, estuvo motivado por los réditos políticos en una sociedad que ampliamente desconfía del gigante asiático.
El abandono de los asuntos globales se transformó en una doctrina: retiro del TPP y del Acuerdo de París, pacto nuclear con Irán, congelamiento de fondos de la OMS, bloqueo al órgano de apelación de la OMC, entre otros. Trump deja un triste legado en política exterior para su país: disminución de su influencia global y caída de imagen. ¿No será esta política exterior una expresión de la pérdida de interés de los americanos hacia el liderazgo global de EEUU?
Muchos temas pueden definir cómo votarán los indecisos. Pensar que la elección se reducirá al manejo de la pandemia puede terminar siendo reduccionista. Lo único claro es que el 3 de noviembre Estados Unidos enfrentará su propio plebiscito.