Invertir en China: cuidado con la imprevisibilidad de Beijing
BROOKE MASTERS Comentarista jefe de empresas y editora asociada de FT
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Desde 2014, 769 compañías chinas han cotizado en bolsas fuera de China continental, principalmente en EEUU y Hong Kong, según Dealogic. Ellas han recaudado US$ 250 mil millones, más que los US$ 236 mil millones acumulados de las cotizaciones nacionales en el mismo período.
Los inversionistas extranjeros se han abalanzado en masa a estas compañías en un momento en el que el interés por los valores chinos está en su punto más alto. Estas OPI suelen atraer a inversionistas que buscan sacar provecho de la creciente economía china sin la molestia de poseer acciones extranjeras. La estructura también puede inducir a los incautos a pensar que invertir en China no es diferente de invertir en los mercados desarrollados.
Eso es un terrible error. Los accionistas de las compañías chinas carecen de derechos fundamentales y están invirtiendo en un sistema arbitrario en el que las reglas pueden cambiar, y de hecho lo hacen, de la noche a la mañana. La continua lucha sobre el modo en que se auditan las compañías chinas que cotizan en EEUU destaca la falta de protección de los inversionistas y pudiera, en última instancia, obligar a los grupos chinos a retirarse de las bolsas estadounidenses.
Los inversionistas extranjeros recientemente han visto amplia evidencia de la imprevisibilidad de Beijing. Y las autoridades también advirtieron que todas las cotizaciones en bolsa en EEUU enfrentarán un escrutinio más estricto.
Los abogados especializados en acciones colectivas se están apresurando a presentar demandas a nombre de los inversionistas agraviados, pero sus posibilidades de recuperación son mucho menores de lo que serían en el caso de una compañía occidental. No sólo tienen los gestores y los activos su sede en China, donde las leyes corporativas y de valores estadounidenses son, de hecho, inaplicables, sino que los inversionistas no son realmente propietarios de las compañías.
La propiedad por parte de extranjeros es oficialmente ilegal en numerosos sectores chinos, por lo que las compañías que quieren aprovechar el dinero extranjero crean “Entidades de Interés Variable” (VIE, sigla en inglés), una estructura que se hizo famosa por medio del colapsado grupo energético Enron. Básicamente, los inversionistas compran acciones de una compañía holding, a menudo domiciliada en las Islas Caimán, que les ofrece parte de los beneficios económicos creados por la compañía, pero no el control operativo.
Los reguladores chinos nunca han aprobado oficialmente las VIE, pero han permitido en gran medida su uso, con excepción de las medidas represivas adoptadas en 2009 contra los grupos de juego en línea. Sin embargo, la inseguridad jurídica le da a Beijing una poderosa arma que puede esgrimir en cualquier momento y contra cualquier compañía. Para complicar más las cosas, se avecinan drásticas medidas en EEUU contra las compañías chinas que cotizan en bolsas estadounidenses.
Es un “truismo” que los mercados emergentes se definen por su gobernanza: las inversiones exitosas alinean sus intereses con los del gobierno o de un accionista mayoritario. En China, esta tarea se vuelve cada vez más difícil. Muchas de las incertidumbres eran evidentes incluso cuando Alibaba salió a bolsa, pero los inversionistas entusiastas optaron por descartarlas. Ya no se pueden ignorar.