Divorcio entre acción política y sustento técnico
Enrique Manzur Mobarec Ph.D Vicedecano Facultad de Economía y Negocios Universidad de Chile
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Enrique Manzur
Alguna vez, hace muchos años, escuche una anécdota que habría tenido lugar en nuestro Congreso en tiempos previos al quiebre institucional: mientras un parlamentario realizaba un vehemente discurso a favor de establecer una política de fijación de precios, otro congresista le señaló que su propuesta iba en contra de la ley de oferta y demanda, ante lo cual el parlamentario aludido respondió, con aplomo y convicción, que si era necesario habría entonces que derogar la ley de oferta y demanda.
Desconozco si esta historia es verdadera o no, pero en cualquier caso, sirve para ilustrar lo que ocurre cuando la discusión política se divorcia totalmente de los consensos técnicos más básicos.
Lamentablemente, bastante de aquello estamos viendo hoy en el debate y la conducta de nuestros políticos. Un ejemplo reciente es la propuesta del segundo retiro adelantado de fondos previsionales. El contundente análisis del presidente del Banco Central ante la Comisión de Constitución de la Cámara sobre los posibles efectos negativos de este retiro, no tuvo mayor efecto en la discusión. De hecho, existe consenso entre la mayoría de los expertos y técnicos, de distintas tendencias políticas, de que este segundo retiro es una mala política pública.
Sin embargo, estos argumentos no solamente no permearon en los parlamentarios, sino que desafortunadamente ahora tampoco han sido atendidos por el Gobierno. Al final se cumplió el famoso artefacto de Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”. Tanto el Gobierno como la oposición han preferido basar su decisión en la opinión mayoritaria de la ciudadanía por sobre los aspectos técnicos y la mirada de largo plazo; mientras tanto, la reforma previsional que asegure mejores pensiones sigue esperando en el Congreso.
El problema de fondo es que no siempre lo que queremos en el presente es lo mejor para nosotros en el largo plazo. Ese evidente conflicto ha sido extensamente estudiado en psicología y economía conductual. La evidencia muestra que tendemos a ser bastante miopes respecto al futuro, porque lo vemos distante y ajeno. Por ello, con facilidad tomamos decisiones que nos generan bienestar o satisfacción en lo inmediato, pero tienden a comprometen la viabilidad de nuestros objetivos futuros.
Dan Ariely, en su libro Predictably Irrational, ejemplifica este problema a través de lo que nos ocurre con la alimentación: cuantas veces sucumbimos ante la tentación de un dulce y rico postre, a pesar de que estamos conscientes de que resultará perjudicial para nuestra salud en el largo plazo. Este fenómeno lo denomina procrastinación. Por eso escuchamos con tanta frecuencia la frase “el lunes comienzo la dieta”, y algo similar nos ocurre con el ahorro, siempre hay buenas razones para postergarlo, pensando que el próximo año vamos a ahorrar más.
Justamente por eso es que en todo el mundo los aportes previsionales son obligatorios: si lo dejáramos a nuestro arbitrio, el problema de las pensiones ciertamente sería mucho peor. Entonces, justificar las decisiones en base a la opinión mayoritaria no es garantía de que sea la mejor opción, por el contrario, es muy probable que nuestros parlamentarios y el Ejecutivo estén también cayendo en la trampa de la procrastinación: buscando satisfacción inmediata a costa de hipotecar el bienestar futuro del país.