Tecnologías más limpias prometen una segunda revolución del shale gas
Firmas pioneras como GasFrac, Enefit y Queensland Energy han decido lanzarse a explorar nuevas técnicas que minimicen los riesgos medioambientales de la fracturación hidraúlica.
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La fracturación hidráulica o fracking fue una revolución en el mercado energético. La técnica, que posibilita la extracción de gas o petróleo del subsuelo, ha transformado el panorama energético de Estados Unidos a tal punto que este país podría lograr la autosuficiencia energética en 2035, según la Agencia Internacional de Energía.
Pero a medida que el boom del shale gas va perdiendo novedad, han ido creciendo los detractores del fracking. Estos alertan del incremento de los sismos relacionados a este proceso, la contaminación de los acuíferos con componentes químicos tóxicos, metales pesados o sustancias radiactivas liberadas de la roca y la gran cantidad de agua que utiliza el proceso.
Ante esta situación, un puñado de pioneros de la tecnología ha decidido lanzarse a explorar soluciones que minimicen los riesgos y que están dando paso a una segunda revolución del gas de esquisto.
Éste es el caso de James Hill, director ejecutivo de la empresa de servicios de energía con sede en Calgary, GasFrac. La compañía de Hill ha introducido un nuevo método que no utiliza agua. En cambio, GasFrac usa un gel hecho a base de propano -un hidrocarburo presente en forma natural bajo tierra- y una combinación de sustancias químicas relativamente benignas.
“En realidad, usamos hidrocarburos para producir hidrocarburos”, explica Hill a National Geographic. “Es un ciclo más sustentable”.
Pero GasFrac no es el único. El mes pasado, el gobierno de Jordania anunció un acuerdo por US$ 2.100 millones con la firma estonia Enefit para la construcción de una estación de energía alimentada por gas de esquisto. La realización de este proyecto ayudará al país a ahorrar cientos de millones de dólares al año al sustituir métodos más costosos de generación de electricidad. Mientras, en Australia, Queensland Energy Resources, otra compañía de esquisto bituminoso, solicitó permiso para ampliar su planta piloto a una escala comercial.
Lo que tienen en común estos proyectos es que en ambos los casos el esquisto es tratado de manera barata, limpia y productiva.
GasFrac, Enefit y Queensland Energy forman parte de un número creciente de empresas que buscan conseguir mejoras tecnológicas para mitigar algunos de los inconvenientes ambientales del proceso.
Así, además del método libre de agua de GasFrac, otras compañías están trabajando en formas que permitan usar agua salada no potable en el fracking. También buscarían sustituir los productos químicos perjudiciales por mezclas menos contaminantes, o limpiar el agua utilizada en el proceso. Asimismo, algunos innovadores están intentando reemplazar sus equipos de perforación a motor diesel por motores que funcionen con gas natural o energía solar, y encontrar y sellar fugas por donde se escapa el metano.
Sin embargo, estas tecnologías alternativas aún tienen que probar su fiabilidad a gran escala, y están lejos de ser baratas. El fracking hasta ahora ha resultado más económico y menos perjudicial ambientalmente de lo que esperaban los escépticos, y las nuevas técnicas para extraer los hidrocarburos del esquisto tienen el potencial de sacudir a la industria petrolera una vez más.
Reutilizar el agua
La preocupación por los problemas ambientales relacionados con el fracking ha llevado a que en algunos lugares, como Francia o el estado de Nueva York, se bloquee el proceso. Además, a medida que la fracturación aumente en áreas secas y lugares que carezcan de opciones adecuadas de tratamiento y desecho, la presión por prohibir este proceso podría crecer.
Luego de perforar hasta alcanzar la roca de esquisto, el fracking inyecta a alta presión grandes cantidades de agua con aditivos químicos y arena que fracturan la roca y liberan el gas metano. Cada proceso de fracking bien puede requerir entre 7,5 y 19 millones de litros de agua, que una vez que se bombean bajo tierra, fluyen de vuelta.
En la actualidad, los productores reutilizan gran parte del agua, pero para eso primero hay que almacenarla en estanques artificiales, que pueden tener escapes, y después diluirla, un paso que consume millones de litros de agua dulce. Además, si en última instancia no pueden seguir usando el agua, ésta tendrá que ser enviada, a menudo a través de largas distancias, a lugares especializados de tratamiento y desecho. El transporte de las aguas residuales es caro, y acarrea el riesgo de derrames. En los vertederos, las aguas residuales se inyectan bajo tierra y este proceso puede causar terremotos.
Ante este panorama, General Electric anunció una tecnología que podría reducir el costo del tratamiento del agua al tiempo que disminuiría las posibilidades de derrames de desechos tóxicos. Éste estaría basado en una técnica de desalinización conocida como destilación por membrana, que combina calor y disminución de la presión para vaporizar el agua usando membranas con las que separar el vapor de agua pura del agua salada.
El sistema necesita ser ampliado para su uso comercial, pero de alcanzar su tamaño completo podría tratar aproximadamente 150.000 litros al día lo que marcaría una gran diferencia.