La Fuerza de un Gigante
Artículo editorial del número 63 de revista Humanitas (julio-septiembre) que será presentado el próximo miércoles 17 de agosto, a las 12:45 hrs. en el Salón de Honor de la Pontificia Universidad Católica, ocasión en la cual Monseñor Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago y Gran Canciller de la Universidad, dictará la conferencia, “Juan Pablo II visto por Benedicto XVI”.
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Por Jaime Antúnez Aldunate*
El excepcional conjunto de autores y artículos que comprende esta edición y su inusual grosor en páginas son el resultado cuasi espontáneo del hondo agradecimiento que nace en una communio de personas —que conforman por edad más de una generación— reunidas por dieciséis años en torno a la publicación de HUMANITAS, quienes hacen suyas las recientes palabras proclamadas por Benedicto XVI en la beatificación de Juan Pablo II:
“Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos —¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!— él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. […] Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo”.
En efecto, sentimos de consuno con el Santo Padre que algo fundamental aconteció en nuestras vidas a partir de ese octubre de 1978, cuando aquellas primeras palabras —¡No tengáis miedo!—, con una voz que parecía hacer resonar todas las campanas de Roma, fueran lanzadas llamando al testimonio. La sucesión de hechos notables que marcarían de forma indeleble la historia del siglo XX —comenzando por su martirio no consumado el 13 de mayo de 1981, seguido luego por su papel protagónico en el derrumbe del Muro ideológico que separaba a Europa— fue signada, así lo señaló también Benedicto XVI, por la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo y por su permanente mensaje, eco fidedigno del Concilio Vaticano II, de que el hombre es el camino de la Iglesia y Cristo es el camino del hombre.
Como dejan en evidencia en estas páginas los testimonios de personas que lo conocieron (Cfr. p.p. 536 - 555), la fuerza del Beato Juan Pablo II para convocar a millones de almas en el mundo entero a levantarse y andar, a despertarse “de una fe cansada”, provenía de un permanente recogimiento y espíritu de oración nacidos del vivir sumergido en la presencia de Jesucristo y de María, a quien todavía muy joven se consagró como esclavo de amor siguiendo la escuela de San Luis María Grignon de Monfort.
La estrechísima vinculación de toda la vida de Juan Pablo II con el misterio de la Divina Misericordia inspira el título de este número especial, pues, pensamos, será lo que, al cabo de los siglos, resumirá su paso por la historia de la Iglesia y de los pueblos en el tránsito al tercer milenio, que no en vano acuñó con la enseña “cruzando el umbral de la esperanza”. Mas no se trata sólo de que el Papa Magno haya dedicado su segunda encíclica a la Divina Misericordia; que haya canonizado a Santa Faustina Kowalska, interlocutora del Señor de la Divina Misericordia; que haya instaurado a su solicitud la festividad del segundo domingo de Pascua como la fiesta de la Divina Misericordia, en la cual, para más señal, quiso Dios llamarlo. Hay en realidad todavía más.
Si se penetra en su vastísimo magisterio, como lo hacen en esta edición los autores más calificados, se verá que todo él constituye un llamado profético dirigido al hombre moderno —asentado en la autonomía que le otorgan sus capacidades materiales— a cambiar su mirada y volcarla hacia una perspectiva creatural —“en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28)— sin la cual no podría escapar a los horrores que vivió en el siglo pasado ni encontrar el camino de su salvación.
Habiendo escrito en su último libro que “el límite impuesto al mal es en definitiva la divina misericordia” (Cfr. Memoria e identidad, p.70), puede perfectamente afirmarse, a la luz de los hechos que acompañaron su vida y su pontificado, que él mismo, que “con la fuerza de un gigante revirtió una tendencia que parecía irreversible”, fue un regalo de la Divina Misericordia a la Iglesia y al mundo.
Nacida con el estímulo de ese “no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad”, justo cuando en 1995 Juan Pablo II proclamaba su encíclica Evangelium vitae, HUMANITAS tuvo la gracia de acompañar los diez últimos años del santo pontífice y de recibir la seguridad de su apoyo y bendición. Fueron los tiempos de la Fides et ratio, del Jubileo del año 2000 con sus muchas iniciativas y trascendentales documentos, hasta su encíclica final Ecclesia de Eucharistia. Tiempos que, bajo el timón de Benedicto XVI, han tenido en estos pasados seis años una continua y luminosa profundización, lo cual estimula y compromete a una tarea, Dios mediante, de largo recorrido.