Juan Pablo Urzúa, un periodista moderno
Por: | Publicado: Viernes 25 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
- T+
- T-
Cuando el presidente Balmaceda le pidió a Julio Bañados Espinosa escribir la historia de su trágica administración, le recomendó: “Con los mensajes, las memorias ministeriales, El Diario Oficial y El Ferrocarril , puede hacer la obra”. El Ferrocarril, que había tomado una postura opositora durante los meses previos a la guerra civil de 1891, era el diario de más prestigio en Chile, y en gran parte eso había sido el resultado de la tarea de quien lo dirigió por décadas, Juan Pablo Urzúa (1826-1890).
Nacido en Talca, estudió en su ciudad y luego se trasladó a Santiago. Se interesó desde joven por el periodismo y la política, participando en la campaña presidencial de Manuel Montt. Sin embargo, el momento clave de su vida llegó en 1855, con la fundación de El Ferrocarril, periódico que lideró durante 35 años, en los cuales -como resumen Ossandón y Santa Cruz- diseñó “una estrategia periodística exitosa que sitúa al diario en el lugar reconocido de principal medio nacional”.
En ese tiempo Urzúa no sólo fue el fundador, sino también propietario y difusor del medio, encargando la redacción, en la primera época, a Ramón Sotomayor Valdés, el destacado historiador conservador. Como hombre de confianza del montt-varismo, Urzúa fue elegido diputado en un par de ocasiones y también ejerció como administrador de Correos en Valparaíso, pero fue a través del periodismo donde alcanzó la fama como hombre y como ciudadano.
El Ferrocarril optó tempranamente por la moderación antes que por la “prensa de barricada”, tan habitual durante el siglo. Como advierte Carolina Cherniavsky, gran estudiosa del periódico, El Ferrocarril destacaba por dos cuestiones centrales. En primer lugar, por haber sido pensado con criterio económico, lo que quedaba ilustrado tanto en el precio como en el avisaje; en segundo término, por ser una publicación informativa, que reproducía las noticias de Chile y de otros lugares del planeta, dejando de lado las discusiones doctrinales típicas de la segunda mitad del siglo XIX.
Juan Pablo Urzúa reproducía muy bien su pensamiento en una carta a Benjamín Vicuña Mackenna: “el interés primordial del diario consiste en que cada número contenga una lectura no sólo interesante, sino la más variada que sea posible, de modo que no haya quien no encuentre algo que pueda interesarle”.
Ese fue el resultado de El Ferrocarril, periódico partidario de la libertad de imprenta, influyente, capaz de presentar noticias propias, reproducir documentos y tener auspiciadores. Medio hábil para permanecer durante mucho tiempo como negocio y también para ser un referente de la prensa chilena en su siglo fundacional, en gran medida gracias a la gestión de Juan Pablo Urzúa.
Como resumió Pedro Pablo Figueroa en su breve biografía sobre Urzúa, él solo había buscado “en la publicidad la felicidad de su país y el engrandecimiento de la gloriosa institución del periodismo”. Con su muerte en 1890, comenzaba también a morir el medio que había dirigido con tanto éxito.
Nacido en Talca, estudió en su ciudad y luego se trasladó a Santiago. Se interesó desde joven por el periodismo y la política, participando en la campaña presidencial de Manuel Montt. Sin embargo, el momento clave de su vida llegó en 1855, con la fundación de El Ferrocarril, periódico que lideró durante 35 años, en los cuales -como resumen Ossandón y Santa Cruz- diseñó “una estrategia periodística exitosa que sitúa al diario en el lugar reconocido de principal medio nacional”.
En ese tiempo Urzúa no sólo fue el fundador, sino también propietario y difusor del medio, encargando la redacción, en la primera época, a Ramón Sotomayor Valdés, el destacado historiador conservador. Como hombre de confianza del montt-varismo, Urzúa fue elegido diputado en un par de ocasiones y también ejerció como administrador de Correos en Valparaíso, pero fue a través del periodismo donde alcanzó la fama como hombre y como ciudadano.
El Ferrocarril optó tempranamente por la moderación antes que por la “prensa de barricada”, tan habitual durante el siglo. Como advierte Carolina Cherniavsky, gran estudiosa del periódico, El Ferrocarril destacaba por dos cuestiones centrales. En primer lugar, por haber sido pensado con criterio económico, lo que quedaba ilustrado tanto en el precio como en el avisaje; en segundo término, por ser una publicación informativa, que reproducía las noticias de Chile y de otros lugares del planeta, dejando de lado las discusiones doctrinales típicas de la segunda mitad del siglo XIX.
Juan Pablo Urzúa reproducía muy bien su pensamiento en una carta a Benjamín Vicuña Mackenna: “el interés primordial del diario consiste en que cada número contenga una lectura no sólo interesante, sino la más variada que sea posible, de modo que no haya quien no encuentre algo que pueda interesarle”.
Ese fue el resultado de El Ferrocarril, periódico partidario de la libertad de imprenta, influyente, capaz de presentar noticias propias, reproducir documentos y tener auspiciadores. Medio hábil para permanecer durante mucho tiempo como negocio y también para ser un referente de la prensa chilena en su siglo fundacional, en gran medida gracias a la gestión de Juan Pablo Urzúa.
Como resumió Pedro Pablo Figueroa en su breve biografía sobre Urzúa, él solo había buscado “en la publicidad la felicidad de su país y el engrandecimiento de la gloriosa institución del periodismo”. Con su muerte en 1890, comenzaba también a morir el medio que había dirigido con tanto éxito.