Economía

Venezuela, el otrora país más rico de Sudamérica sufre un éxodo de personas

Cada día, 5 mil personas salen del país. No fue siempre así. Durante décadas, Venezuela fue un importador neto de personas, atrayendo a los europeos con lucrativos trabajos petroleros. Hace una generación, era el país más rico de América Latina.

Por: G. Long/A. Schipani, Financial Times | Publicado: Viernes 20 de abril de 2018 a las 04:00 hrs.
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Colombia/Brasil

Un miércoles lluvioso antes de Pascua, cientos de inmigrantes venezolanos entraron arrastrando los pies en el patio con paredes de ladrillo de la Casa de Paso Divina Providencia, en el pueblo fronterizo colombiano de Villa del Rosario, se sentaron en largas mesas de madera y esperaron pacientemente para almorzar. Un sacerdote promulgó misa antes de que decenas de voluntarios de la iglesia sirvieran fuentes humeantes de arroz, lentejas y salchichas. Los inmigrantes se acomodaron.

Muchos llevaban ropa raída. Sus hundidas mejillas y extremidades delgadas sugerían que ésta era su primera comida decente en días. Los niños estaban descalzos. Un hombre entró apoyado en sus muletas, su pierna derecha amputada debajo de la rodilla. Otro llegó empujando a una anciana en una silla de ruedas.

Estas son las víctimas, a menudo desesperadas, de la peor crisis migratoria en la historia reciente de América Latina. Algunos habían llegado de Venezuela esa mañana, escapando de la escasez de alimentos, la hiperinflación, el colapso de la economía, las enfermedades y la violencia. Otros habían estado en Colombia durante días o semanas, buscando trabajo, buscando comida, durmiendo en las calles y evitando ser deportados.

Mientras los ojos del mundo se han centrado en la crisis de los refugiados sirios y en el éxodo de los musulmanes rohingya de Myanmar, el desastre humanitario de Venezuela ha pasado relativamente desapercibido.

Pero el gran número de personas que ahora huyen del país está cambiando eso. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) dice que 5 mil migrantes se van todos los días; a ese ritmo, 1,8 millón de personas, más del 5% de la población de Venezuela, partirán este año.

No fue siempre así. Durante décadas, Venezuela fue un importador neto de personas, atrayendo a los europeos con lucrativos trabajos petroleros. Hace una generación, era el país más rico de América Latina.

Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999, lanzando la Revolución Bolivariana socialista, algunos venezolanos ricos se fueron, temiendo el comunismo al estilo cubano. Pero la gran mayoría de los ciudadanos se quedaron y muchos disfrutaron de los beneficios de los programas sociales financiados con petróleo de Chávez. Sólo recientemente se ha producido una migración masiva impulsada por el colapso de la economía y el deterioro de la revolución, bajo el mando de Nicolás Maduro.

“Estamos enfrentando potencialmente la mayor crisis de refugiados en nuestra región en la historia moderna”, dice Shannon O’Neil, senior fellow para Latinoamérica en el Council on Foreing Relations en Nueva York.

Muchos se dirigen hacia el oeste a Colombia, que, saliendo de un largo conflicto civil propio, está mal equipada para recibirlos. Hoy hay más de 600 mil venezolanos en Colombia, el doble que hace un año.

Mientras Colombia ha sido el país más afectado por el éxodo venezolano, está lejos de ser el único que enfrenta este reto. El Acnur dice que 40 mil inmigrantes venezolanos llegaron a Perú en los primeros dos meses de este año. Miles más han emigrado a Panamá, Ecuador, Chile, España, Estados Unidos y más allá. Barcos transportando inmigrantes venezolanos han atracado en islas del Caribe. En enero, uno se volcó frente a Curazao, donde murieron al menos cuatro personas.

El número de venezolanos que buscan asilo en el extranjero se ha disparado en un 2.000% desde 2014. Brasil es otro de los países que ha recibido una gran afluencia. En total, las autoridades y las organizaciones internacionales estiman que unos 70 mil venezolanos han huido hacia el sur al gigante amazónico.

Salud colapsada

El colapso del sistema de salud venezolano ha provocado un resurgimiento de enfermedades previamente controladas. El gobierno ya no brinda datos médicos confiables: cuando la ministra de Salud reveló el año pasado que el número de casos de malaria había aumentado 76% en un año, las muertes relacionadas con el embarazo habían aumentado 66% y la mortalidad infantil había subido 30%, fue despedida inmediatamente. Una encuesta reciente dirigida por la oposición sugirió que un 79% de los hospitales venezolanos tienen poca o nada de agua potable.

El British Medical Journal informó recientemente sobre una escasez aguda de anticonceptivos “que contribuye a los peaks en embarazos no deseados, abortos inseguros, mortalidad materna e infantil y enfermedades de transmisión sexual”. Las tasas de VIH y SIDA han aumentado en Venezuela a niveles no vistos desde la década de los ‘80.

El sarampión, erradicado en gran parte de América Latina, ha regresado. De los 730 casos confirmados en la región el año pasado, sólo tres no fueron en Venezuela.

A medida que las personas huyen, se llevan la enfermedad con ellos. En los primeros meses de este año, hubo catorce casos confirmados en Brasil y uno en Colombia. Las quince víctimas eran inmigrantes venezolanos.

“La tasa de mortalidad infantil está a la par de Pakistán y la tasa de pobreza de 85% está a la par de Haití y África Subsahariana”, dice Dany Bahar, del Brookings Institution en Washington. “La gente está huyendo porque si se quedan, mueren. Están muriendo porque no obtienen suficiente comida; porque contraen malaria y no pueden recibir tratamiento; porque necesitan diálisis y no pueden obtenerla”, explica.

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Sin solución a la vista

Es difícil concebir qué podría cambiar en Venezuela para frenar el éxodo. La economía se ha contraído un 40% en cinco años y se prevé que se encogerá aún más. El Fondo Monetario Internacional espera que la inflación llegue a 13.865% este año. Hay elecciones presidenciales el 20 de mayo, pero parece haber pocas dudas de que Maduro se asegurará de ganar. Se niega a permitir la entrada de ayuda humanitaria en el país, lo que significa que sus ciudadanos seguirán huyendo.

Ante esa realidad, las organizaciones internacionales de ayuda están centrando sus esfuerzos fuera de Venezuela. USAID prometió US$ 18,5 millones para ayudar a los migrantes en Colombia y el Acnur apeló por US$ 46 millones iniciales para enfrentar la crisis. La Cruz Roja solicitó US$ 2,3 millones para ayudar a 120 mil venezolanos en Colombia. Pero tales cifras son minúsculas frente a la escala del problema. Brookings estima que el costo de la atención a los migrantes venezolanos oscila entre US$ 2.800 millones y US$ 5.200 millones.

Mientras tanto, el trabajo recae sobre las organizaciones benéficas locales, las ONG y la Iglesia Católica. Durante el último año en la Casa de Paso Divina Providencia, el obispo de Cúcuta, Víctor Manuel Ochoa, ha ayudado a alimentar y consolar a los migrantes hambrientos. Pero la situación ha empeorado: “Primero, la cantidad de personas que llegan ha aumentado. Segundo, están viajando desde más lejos en el interior venezolano. Y, en tercer lugar, sus necesidades son mayores. Están más desesperados. Les damos lo que podemos, pero simplemente no podemos alimentarlos a todos”.

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