Actualidad

Un círculo de amigos en La Moneda

Piñera instala a gente de su confianza personal en los cargos importantes y hace un puzzle equitativo en los ministerios remotos.

Por: Rocío Montes | Publicado: Miércoles 24 de enero de 2018 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Sucedió por cierto en el arranque del actual gobierno, cuando la presidenta Michelle Bachelet instaló en La Moneda a su círculo de extrema confianza y quien había sido su jefe de gabinete –su leal colaborador, Rodrigo Peñaililo–, se quedó con Interior. Al margen de la suerte de aquella historia, que no acabó nada de bien, Sebastián Piñera reitera la fórmula: instalar en el Palacio de gobierno a figuras que, en la previa, han mostrado fidelidad hacia su líder.

En esta ocasión, sin embargo, no se trata solo de confianza ni lealtad, sino de amistad. Aunque pertenecen a distintos partidos, Andrés Chadwick (Interior), Cecilia Pérez (Segegob) y Gonzalo Blumel (Segpres) –los tres ministros políticos– forman parte de la matriz del piñerismo, enlazada incluso por lazos personales y afectivos en torno a la figura del presidente electo.

No se trata solo de confianza política, como Ricardo Lagos cuando apostó en 2000 por José Miguel Insulza, en Interior, aunque no lo invitaba necesariamente a sus cumpleaños. Sea por la liquidez del actual escenario político o por las cuchilladas que últimamente proceden tantas veces del bando amigo, los presidentes pretenden arroparse en figuras que les merecen confianza a toda prueba y que –antes que a partidos, coaliciones o intereses personales– responden a las figuras y proyectos políticos de los jefes de Estado.

Los tres escuderos que Piñera tendrá en La Moneda se suman a otras dos figuras centrales del próximo gobierno 2018-2022 y que, igualmente, son de la total confianza personal del presidente electo. Felipe Larraín, que nuevamente se hace cargo de Hacienda, y Alfredo Moreno, que habría elegido liderar Desarrollo Social. Sumado al comité político, este ministerio podría convertirse en una atractiva plataforma con miras a una una eventual carrera presidencial 2021, en consencuencia con lo que Piñera pidió a este gabinete: proyección política. Según dijo el mismo mandatario electo en su discurso de ayer en la sede del Congreso en Santiago, su cartera será fundamental en el próximo periodo, donde el progreso no se entenderá solo como sinónimo de crecimiento económico.

El éxito de Piñera y de Moreno, por cierto, estará dado por la capacidad de ambos en impulsar la agenda social y de generar posibilidades de sucesión.

Piñera instala a gente de su confianza personal en los cargos importantes, como los del comité político y en Cancillería y Educación, donde radican las pricipales sorpresas de los anuncios. Tanto con el escritor Roberto Ampuero como con el abogado Gerardo Varela los une una estupenda relación personal, aunque justamente en ambos casos se concentren las mayores reticencias por parte de la futura oposición.

Sin cruces de fronteras

Pese a las dificultades y a las primeras críticas –como el perfil conservador de la futura ministra de la Mujer, Isabel Plá, también parte de la fundación piñerista Avanza Chile–, Piñera instaló a su anillo en los cargos principales y logró hacer un puzzle equitativo en los ministerios remotos. Efectivamente es un gabinete mayoritariamente masculino –16 hombres y 7 mujeres–, aunque se trata de una cifra similar a su primer equipo en 2010. Los independientes son mayorías: doce ministros no militan en partidos. Pero se observa cierta equivalencia entre las principales colectividades de Chile Vamos: cinco pertenecen a RN, cuatro a la UDI y dos a Evópoli. Piñera, en definitiva, logró el siempre complejo equilibrio partidario.

Algo similar sucedió en el cruce entre experiencia y renovación. En el gabinete de Piñera hay seis exministros. Chadwick, Pérez y Felipe Larraín, que ocuparán los mismos puestos que en la Administración anterior. Moreno, Ampuero y Juan Andrés Fontaine –designado en Obras Públicas–, que llegarán a carteras distintas.

Siete de los fututos ministros, a su vez, llegan con experiencia parlamentaria en la espalda. Pero Piñera, en paralelo, realizó apuestas audaces, como la nominación de Blumel a cargo de la relación entre el gobierno y el Congreso, que será especialmente delicada dada la fragmentación de fuerzas en el Parlamento. El militante de Evópoli no tiene experiencia con el Poder Legislativo, pero su perfil abierto y su capacidad de diálogo –especialmente con las bancadas jóvenes– son interpretadas como una potente señal de Piñera con miras a la búsqueda de acuerdos con otros sectores.

Nadie duda a su vez que la coordinación interministerial –otra de las labores del titular de la Segpres– tenga algún tipo de problema con Blumel, ex jefe de la División de Estudios de la cartera y hasta ahora coordinador programático de la futura Administración. Con la total confianza del presidente electo, tiene 39 años y para buena parte del país es un rostro refrescante en la política.

No se observaron, sin embargo, esos importantes cruces de frontera. Las esperadas conquistas de ese mundo DC-Ciudadanos que probablemente habrían sido demasiado audaces en un escenario político como el actual. Pero aunque no hubo conquistas a las zonas de centro de la ex Concertación, existen al menos dos guiños: la nominación de Antonio Walker en Agricultura (hermano de los tres Walker democratacristianos) y la llegada de la periodista Alejandra Pérez a Cultura (histórica asesora de René Cortázar, ministro de Trabajo en el gobierno de Patricio Aylwin y de Transportes en el primer periodo de Bachelet).

Mayor aprecio por la política

El primer gabinete de Piñera de 2010 estuvo compuesto en su mayoría por técnicos, ejecutivos exitosos y de escasa vinculación con los partidos de la derecha, al que se le llamaba extraoficialmente el gabinete de los gerentes. Algo queda todavía en Piñera de esa intensidad y urgencia por hacer las cosas, como cuando ayer reiteró que hay que trabajar sin descanso, al estilo 24/7 de hace ocho años, y cambió los pendrive por material de estudio disponible a través de Dropbox. Pero, en el fondo y al margen de las anécdotas, existen asuntos relevantes que han variado: en esta ocasión no se ha puesto solo el énfasis en la gestión, como en 2010, sino en la ambiciosa mezcla de la buena gestión con la política.

No es un gabinete novedoso ni demasiado atrevido, como hace ocho años. Salvo casos puntuales –como Ampuero y Varela–, la mayor parte del equipo de ministros era predecible y generó poca sorpresa (sin contar con que se comenzó a filtrar llamativamente el fin de semana). Pero nadie podría negar que es un gabinete político, que comprende del funcionamiento de los poderes desde adentro. A diferencia de 2010, donde la derecha no tenía ningún acercamiento con el Ejecutivo en los últimos 20 años, ahora tienen a su favor la experiencia de un gobierno previo, que tuvo que liderar el barco en un periodo especialmente conflictivo para el país.

Piñera en esta ocasión no tuvo la ambición de abandonar el tradicional “cuoteo político” ni necesariamente poner los acentos en “el gobierno de los mejores”. Tampoco parece tener el convencimiento de que se puede avanzar en 20 días lo que otros habían avanzado en 20 años. No puso en la primera línea a figuras desconocidas –como sucedió en 2010–, sino todo lo contrario. El Jefe de Estado –pese a su carácter– parece entender que en ocasiones conviene cierta cautela y rostros probados ante misiones altamente complejas. En esta ocasión –como sucedió demasiado tarde en su primer mandato–, Piñera ha cuidado la relación con los partidos de su bloque y nuevamente delega en Chadwick y su muñeca política la tarea de armar una coalición en que las colectividades (RN, UDI, Evópoli y el PRI) estén representadas y se sientan acogidas.

El gabinete que asume en marzo próximo va a estar integrado en su mayoría por políticos con historia, por figuras con vínculos gruesos con los partidos de Chile Vamos y sobre todo con cercanía personal con el propio Presidente. En La Moneda, de hecho, el mandatario electo llegó a la ecuación perfecta: Chadwick de la UDI, Blumel de Evópoli, Pérez de RN y Moreno –que se integrará al pequeño comité–, que llega directo como símbolo del empresariado.

Del nombramiento queda la sensación general de que Piñera logró armar el puzzle y una buena rapartija que, hasta ahora, parece haber dejado a su sector bastante conforme.

Lo más leído