Cierre temprano del comercio y calidad de vida: no confundir
Katia Trusich Presidente de la Cámara de Centros Comerciales
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Katia Trusich
El dicho popular sobre no mezclar peras con manzanas aplica a la discusión de dos proyectos de ley que hoy se tramitan en el Congreso: el que establece la reducción de la jornada laboral a 40 horas y el que busca adelantar la hora de cierre del comercio.
En el caso de las 40 horas, el debate se ha centrado en mejorar la calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras en general, logrando avanzar en la construcción de acuerdos en amplios sectores de nuestra economía. Al primar el diálogo, muchas empresas ya han empezado a implementar la medida, se han introducido mejoras importantes en la tramitación de la ley y nadie puede decir que no han sido escuchado trabajadores, PYME, grandes empresas y los distintos sectores que generan empleo en nuestro país, como comercio, turismo y agro, entre otros.
“Reducir horas de funcionamiento en el comercio pone en riesgo miles de puestos laborales y, al mismo tiempo, desconoce las particularidades de cómo ha operado históricamente en el mundo, en sinergias establecidas con servicios, alimentación y entretención”.
Es, así, un buen ejemplo de cómo las demandas por mejores condiciones laborales se pueden trabajar colectivamente y no desde trincheras.
Cosa diferente está ocurriendo con el proyecto de ley que busca el cierre más temprano del comercio. Si bien a principios de año se aprobó en la Comisión de Trabajo del Senado que el horario de cierre fuese a las 20:00 horas, hoy vemos como se reinstala la presión de ciertos grupos por que se retome la idea de cierre a las 19:00 horas. El principal argumento es la necesidad de que los trabajadores puedan compatibilizar la vida familiar y su seguridad, llegando a sus casas más temprano.
Esto es muy legítimo, pero la realidad es que hoy los trabajadores del comercio funcionan con sistemas de turnos y con trabajos formales donde el cumplimiento de jornadas está fuertemente regulado. Así, reducir sus horas de funcionamiento disminuiría la necesidad de contar con más turnos, poniendo en riesgo miles de puestos laborales actualmente ocupados y, al mismo tiempo, desconociendo las particularidades de cómo ha operado históricamente el comercio en el mundo, en sinergias largamente establecidas entre comercio, servicios, alimentación y entretención que se acomodan a usos y costumbres muy locales.
Hoy, en un escenario en que el crecimiento y la actividad económica deben estar más apuntalados que nunca, estamos, en cambio, poniendo trabas a un sector que genera cerca del 20% de los empleos en Chile.
Por otra parte, forzar el cierre anticipado del comercio, más allá de perjudicar a millones de usuarios, apunta solo a un sector específico de la economía que es el comercio, no como el proyecto de 40 horas, que es para todos los trabajadores y trabajadoras. ¿Por qué el trabajador de un tipo de comercio tiene más derecho a la vida familiar que quien trabaja en un restaurant o en un cine en horario nocturno, o quien atiende un centro de salud desde muy temprano al interior de un centro comercial?
Cuando queremos custodiar el empleo y su calidad, sin comprender cómo funciona el comercio en toda su diversidad, arriesgamos mezclar peras con manzanas y, de pasada, afectar un modelo de funcionamiento ampliamente arraigado entre los más de 750 millones de visitantes anuales, establecido hace décadas en beneficio de las personas.