Por qué sigo creyendo en EEUU
GIDEON RACHMAN© 2024 The Financial Times Ltd.
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GIDEON RACHMAN
“Yo creo en América”. Esa frase ha retumbado en mi cabeza, a lo largo del ascenso, caída y nuevo ascenso de Donald Trump. Sólo tardíamente recordé que este sentimiento reconfortante es la frase inicial de “El Padrino”. Las palabras las pronuncia Amerigo Bonasera, un hombre que en realidad ha perdido la fe en Estados Unidos y que recurre a un jefe de la mafia en busca de venganza.
Trump les está diciendo ahora a los votantes estadounidenses que “yo soy su retribución”, intentando apelar a todos aquellos que han sido “agraviados y traicionados” por el sistema. Todo es al estilo de Don Corleone. Y está dando resultado.
“El regreso de Donald Trump no significa necesariamente el fin de la grandeza de Estados Unidos”.
Entonces, ¿cómo puedo mantener la fe en EEUU cuando los votantes parecen dispuestos a elegir a un hombre que enfrenta un juicio por intentar anular las últimas elecciones presidenciales?
Como todas las grandes potencias de la historia, EEUU ha hecho cosas terribles. Pero en las tres grandes confrontaciones mundiales del siglo pasado —la primera guerra mundial, la segunda guerra mundial y la guerra fría—, estuvo en el bando correcto. De hecho, fue el factor decisivo en esos conflictos, garantizando que el mundo democrático prevaleciera sobre la autocracia o la dictadura absoluta.
Por eso tanto depende de mi segunda razón para creer en EEUU: la certidumbre de que será una influencia positiva al final. Durante los últimos 80 años ha sido realmente el “líder del mundo libre”, tanto como ejemplo de democracia en acción como protector de sus democracias hermanas, a través de una red de alianzas con otros países libres de Europa y Asia.
Si la democracia empieza a desmoronarse en EEUU, las democracias liberales de todo el mundo tendrán problemas. Es tranquilizador que el país más rico y poderoso del mundo sea una democracia. En un segundo mandato de Trump, esa sensación de tranquilidad podría desaparecer.
Muchos partidarios de Trump responderán que, si su hombre gana las elecciones, su victoria sería un ejemplo de democracia en acción, no de un deslizamiento hacia la autocracia. Pero una victoria electoral de Trump no podría limpiar el expediente.
Conocemos el carácter de este hombre. Trump es alguien que ya ha demostrado que no respeta el más básico de los procedimientos democráticos: unas elecciones libres. Su promesa de “retribución” también incluye repetidas amenazas de llevar a juicio a sus enemigos políticos, desde el propio Biden hasta Mark Milley, exjefe del Estado Mayor Conjunto. A diferencia de las acusaciones contra Trump, no serían casos llevados por fiscales independientes que han sopesado las pruebas. Serían amañados juicios políticos ordenados por el líder del país. Ése es el sello distintivo de una autocracia.
¿Cómo puedo seguir creyendo en EEUU en estas circunstancias? La primera y más obvia razón es que no podemos predecir el futuro. Aún faltan muchos meses para las elecciones de noviembre.
En segundo lugar, el período de grandeza y liderazgo mundial del país siempre ha implicado agitación y melodrama, desde el asesinato de John F. Kennedy en 1963 hasta la “guerra contra el terror” bajo el mandato de George W. Bush. Al final, el país siempre se corrigió y su dinamismo subyacente y su sistema constitucional se reafirmaron. Así que parece poco probable que este último melodrama —”la novena temporada de la historia estadounidense”, como algunos la llaman— lleve la serie a una conclusión definitiva y trágica. La duradera popularidad de Trump puede incluso estar provocando tardíamente un necesario autoexamen por parte de la élite estadounidense.
La “retribución” de Trump contra la izquierda podría llevar a EEUU en algunas direcciones nuevas y aterradoras. Pero creo en EEUU lo suficiente como para pensar que haría falta más que un mandato más de Trump para destruir la democracia estadounidense.