El horroroso secuestro y asesinato de 43 estudiantes en el estado de Guerrero a mano de bandas de criminales ha dejado en claro que el narcotráfico sigue siendo un problema profundo en México, donde las distintas campañas lanzadas por los últimos gobiernos parecen no conseguir frenar una escalada de violencia que amenaza también con socavar el impulso de las ambiciosas reformas económicas en las que se ha empeñado el presidente Enrique Peña Nieto.
Hasta el momento el mandatario, que asumió a fines de 2012 en el retorno al poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) -el mismo que gobernó por 71 años México hasta la pausa que en 2000 implicó la elección del panista Vicente Fox y luego del también militante de ese partido Felipe Calderón-, ha sido activo en la puesta en marcha de una agenda de reformas en áreas como la energía y telecomunicaciones.
Pero según observadores, el crimen en Guerrero debería llevar a Peña Nieto a reenfocar el orden de sus prioridades para concentrarse en enfrentar con todo el crimen organizado y la corrupción. De hecho, los economistas coinciden en que la inseguridad es el mayor obstáculo en el crecimiento de la segunda mayor economía latinoamericana.