Con euforia recibieron los mercados la ajustada aprobación -tras meses de incertitumbre, reuniones y sesiones parlamentarias que parecían no tener futuro- de un acuerdo a última hora en el Congreso estadounidense para evitar el “abismo fiscal”, como se conoce a una serie de alzas de impuestos y recortes en el gasto que tendrían efectos desvastadores sobre la mayor economía mundial.
Según observadores, logró imponerse el presidente Barack Obama, quien justamente puso como uno de sus énfasis de campaña para la reelección el abordar el preocupante y abultado déficit presupuestario de su país, en parte elevando los impuestos a los ciudadanos más ricos, por cierto incluyendo conocidos rostros multimillonarios que respaldaron la posición del mandatario.
No obstante el bullado acuerdo y la favorable reacción bursátil, los problemas fiscales estadounidenses están lejos de desaparecer y demandarán de la administración Obama un esfuerzo negociador adicional, ya que se anticipan una serie de enfrentamientos con la oposición republicana en los próximos dos meses, cuando deberán resolver drásticas reducciones al gasto y un alza en el límite de endeudamiento del país.