El ministro del Interior, Jorge Burgos, interrumpió este miércoles una gira que realizaba al sur del país para comunicar que el administrador de La Moneda, Cristián Riquelme, presentará formalmente la renuncia a su cargo este lunes, una vez que vuelva de vacaciones.
Con su declaración en el patio de la casa de gobierno, el jefe del gabinete buscó poner fin a semanas de presiones políticas para que el funcionario dejara su puesto tras una seguidilla de denuncias de diversa índole relacionadas, entre otras cosas, con su patrimonio y con contratos con el Estado.
En forma paralela, la Contraloría General de la República decidió iniciar un sumario administrativo que estará a cargo de un fiscal con amplias facultades investigativas.
Aunque la gestión gubernamental está normalmente expuesta a coyunturas imprevistas y muchas veces difíciles de manejar, el episodio relacionado con la renuncia administrador de La Moneda muestra que la gestión del gobierno incurre a menudo en desprolijidades tanto en los aspectos políticos como comunicacionales.
Con los antecedentes que se tienen a mano hasta hoy, no es aventurado afirmar que la situación de Riquelme pudo haberse resuelto con alguna mayor prontitud y habilidad, considerando además que su puesto jamás había tenido la connotación pública que ha llegado a ostentar en estos días.
Más allá de gestiones mejor o peor realizadas, lo crucial es que los funcionarios públicos deben ceñirse a los más altos estándares de probidad y transparencia en su labor mientras que los líderes políticos deben poner siempre los intereses del país por sobre los personales.