Editorial

Reforma de pensiones (IV): dudoso tránsito del IPS al APA

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La reforma previsional que propone el Gobierno supone un cambio radical al actual sistema, y es uno que, al entregar al Estado un rol central en su funcionamiento -por ejemplo, creando nuevas entidades como los Inversores de Pensiones Privados (IPP), el Inversor de Pensiones Público y Autónomo (IPPA) y el Fondo Integrado de Pensiones, entre otras-, da por sentada la capacidad para asumir tareas cuyo número y complejidad supera por mucho el ámbito de acción estatal de hoy.

Uno de los cambios institucionales de fondo es la idea de transformar al actual Instituto de Previsión Social (IPS) en un Administrador Previsional Autónomo (APA), que asumirá las funciones que hoy cumplen las AFP en la atención de usuarios. Y satisfacer, por cierto, expectativas de eficiencia y eficacia que son mayores tras el notable desempeño que exhibieron las AFP con motivo de los sucesivos retiros de 10%, un proceso masivo y complejo que se llevó a cabo con gran fluidez.

Si este organismo estatal repotenciado será “la cara visible” del sistema ante los usuarios, cabría esperar que fuera muy potente, tecnologizado y ágil, como son los actores que hoy cumplen esa función y que por décadas han desarrollado para ello expertise, metodologías y recursos altamente especializados. El hecho de que hacia 2030 se contemple para el APA una dotación 69% superior a la actual del IPS (en total, más de 4.100 funcionarios) y en torno a 250 millones de dólares en costos adicionales a esa fecha -y que además durante ese tiempo no será capaz de asumir la totalidad de las funciones que le asigna la reforma-, da cuenta de la magnitud del desafío.

Esto hace pensar, como sostienen distintos expertos, que antes que reconvertir al IPS para hacer algo que hoy no está en condiciones de hacer, tal vez una vía más lógica sería crear un ente nuevo que incluso podría eventualmente “absorber” a aquel. Dada la radicalidad de los cambios que contempla la reforma previsional, la idea de adaptar a un organismo existente a un escenario completamente nuevo parece menos idónea que la de diseñar uno que reúna desde el inicio las capacidades y competencias que se esperan de él.

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