El sistema de pensiones privado forma parte sustancial de la vida de los chilenos y por lo mismo cada cierto tiempo es blanco de críticas, especialmente desde el mundo político.
Puesto en marcha a principios de los 80, resulta impensable que con el paso del tiempo no fuera necesario ir haciéndole adecuaciones. Fue así como, por ejemplo, se dio paso a los multifondos en los 90 y a la licitación de la cartera de afiliados en 2010. Y es que al final de cuentas se trata de un sistema “vivo”, asociado a personas que en la actualidad tienen mayores expectativas de vida que cuando comenzaron las AFP.
Así es como por estos días se han escuchado propuestas de lo que debería ser adoptado para asegurar que los afiliados tengan una pensión más cercana a su renta actual. Aumentar el tope imponible, cambiar la edad de jubilación de las mujeres, crear una AFP estatal, etc, están saliendo al ruedo. Ideas interesantes que se deben discutir y no ser desechadas a priori debido a la complicación política que puedan implicar.
Pero los afiliados también tienen una responsabilidad, que -aunque obvia- pasa por informarse y por cotizar en el caso de quienes no lo hagan. Es un primer paso, pero es más relevante de lo que se piensa.