Editorial

Petróleo, también fuente de inesperada incertidumbre

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Un cisne negro está extendiendo sus alas sobre la economía mundial. Negro como el petróleo. Aunque los cambios en la industria energética vienen anunciándose hace años, con el auge del gas de esquisto en Estados Unidos, fue sólo en las últimas semanas que el derrumbe en el precio del petróleo se presentó a plena vista como uno de los cambios más disruptivos e inesperados en la economía mundial.


Tras varios recortes consecutivos en las proyecciones de crecimiento global, los organismos multilaterales están empezando ahora a contabilizar en sus pronósticos los efectos positivos para las economías que son importadoras netas del hidrocarburo. En EEUU, los menores costos en combustibles dejarán más dinero a los hogares para consumir.


Pero los efectos también pueden ser potencialmente adversos. No sólo para productores como Rusia y Venezuela, que están ahora tambaleando. Para las economías emergentes, la caída del petróleo ha ido de la mano de un alza del dólar que pone presión a los vencimientos de deuda en divisa extranjera, y la reversión en los flujos de inversión de cartera, que podría llegar a anular los beneficios de la ganancia en competitividad en las exportaciones por efecto cambiario.

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