Se está dando a conocer el Índice de Libertad Económica Mundial (Economic Freedom of the World -EFW) de Fraser Institute, cuyo objetivo desde sus inicios –cuando el mismísimo Milton Friedman estuvo involucrado en el proyecto- ha sido definir, medir y cuantificar a las instituciones y políticas consistentes con la libertad económica para un grupo amplio de países alrededor del mundo.
Si bien en el reporte 2015 (con datos a 2013) Chile se mantiene en torno a los años anteriores, y continúa siendo el líder indiscutido de la región basado en sólidos indicadores de libertad para el comercio internacional, estabilidad de precios, un sistema legal independiente y protección de la propiedad privada, llama la atención cómo desde la década del 2000 los indicadores de percepción de los expertos incluidos en el ranking respecto a los costos y complejidades de la regulación local han comenzado a empeorar. En particular, en las regulaciones laborales el país se encuentra en el lugar 117, junto a naciones como Mozambique y El Salvador, lo que nos recuerda el importante desafío que el país enfrenta en esta materia y donde lamentablemente las reformas impulsadas por el gobierno poco hacen para revertir la situación.
Mejorar (o empeorar) en este índice no es banalidad o un gusto ideológico. Joshua C. Hall y Robert A. Lawson, dos académicos norteamericanos, revisaron casi 200 trabajos empíricos que utilizan los datos del índice. Más de 65% encontró que un mejor puntaje se relaciona con resultados deseables como crecimiento económico, estándares de vida, e incluso felicidad, mientras que menos de 5% lo asocia con algo indeseable como mayor desigualdad.