Incluso antes de la crisis política desatada por la enfermedad de Hugo Chávez, ya había muchas cosas que andaban mal en Venezuela: una sociedad polarizada en torno a dos proyectos políticos radicalmente distintos, y una de las inflaciones más altas del mundo, por nombrar sólo un par de ejemplos.
Pero, al menos una cosa estaba marchando bien: el crecimiento de la economía. Con los altos precios del crudo apoyando un aumento del gasto público, el PIB creció 5,5% en 2012, y en diciembre la autoridad proyectaba que la expansión se aceleraría este año a 6%.
Sin embargo, la crisis institucional surgida luego de que una infección respiratoria impidiera al mandatario asumir su nuevo período, amenaza ahora con derrumbar incluso eso.
La presencia de Chávez, o de algún otro líder que cuente con una autoridad legítima, es vital para abordar la creciente amenaza del déficit fiscal, el segundo más alto respecto del PIB a nivel mundial. También apremia una devaluación del bolívar, cuyo sobreprecio debido a los control es oficiales estaría en 50%.
Pero mientras se mantenga la incertidumbre por el futuro de Chávez, lo más probable es que nada de esto se resuelva. El problema es que después quizás sea muy tarde.