“Conozco muy bien la literatura que existe sobre presidentes que han querido abarcar demasiado durante sus segundos períodos. Avanzaremos con precaución ante esa posibilidad”, fue una de las frases que lanzó Obama tras ser reelegido presidente de Estados Unidos, en noviembre pasado.
Fue cauto. Quizá demasiado para lo que han sido los dos últimos meses de su primer gobierno. Debió enfrentar inmediatamente el fantasma del abismo fiscal, luego vino la matanza de los niños de Connecticut que volvió a poner en la retina la discusión sobre la ley de tenencia de armas.
En materia económica, el segundo mandato de Obama enfrentará tres desafíos: el primero es continuar y encauzar el debate sobre el déficit fiscal y el techo de la deuda, dos temas gravitantes para la economía norteamericana que requieren ser resueltos en los próximos meses.
El segundo tema es cómo la economía enfrentará el momento en que la Fed concluya el programa de compra de bonos, sin crear desequilibrios.
El tercero es el empleo. Cuando Obama llegó por primera vez al poder, el desempleo era de 7,8% y la tendencia era al alza, de hecho, su máximo llegó a 10% en octubre de 2009. Actualmente la tasa se ubica en 7,8%, pero durante los últimos 34 meses el sector privado ha anotado un crecimiento en el empleo. Si la recuperación económica acelera su ritmo, podría sumar 10,3 millones nuevos puestos de aquí a 2017, es decir, 22 veces más que los creados en el primer período. Si todo trascurre de esta forma, Obama podría unirse a Reagan y Clinton como el tercer presidente en subir su aprobación durante el segundo mandato.