Un cóctel formado por una rápida desaceleración de la actividad en Brasil y la debilidad internacional, una elevada inflación, una mala cosecha de cereales por una sequía y los controles cambiarios establecidos por el gobierno de la presidenta Cristina Fernández ha contribuido a deteriorar el crecimiento económico de Argentina durante 2012, con un PIB que se expandió un 0,7% interanual en el tercer trimestre -comparado con sobre el 9% del mismo lapso en 2011-, y apenas por encima del 0,3% que marcó en el segundo trimestre. Así, en los primeros nueve meses de 2012 la economía del país vecino acumula un crecimiento de un 1,8% y, de acuerdo con las últimas estimaciones del Banco Central de la República Argentina (BCRA), la actividad se expandiría un 2% este año.
En este contexto, persiste la preocupación por la elevada inflación -que en medio de un cuestionamiento de los datos oficiales expertos ubican ya en un 26% interanual- y sobre las restricciones para la compra de dólares en el país que, por el momento, la propia autoridad ha adelantado que no se flexibilizarán.
Ciertamente, los datos muestran que la mandataria Fernández enfrenta el desafío urgente de volver a inyectar dinamismo a una actividad que pasa por el fin de un período de expansión que se inició en 2003, cuando la nación comenzó a recuperarse de la profunda crisis económica que la llevó a la cesación de pagos. Clave para esto es lograr recuperar la confianza de emprendedores e inversionistas que se sienten ahogados por controles como los dispuestos en materia cambiaria, y en momentos de un aumento en el descontento callejero frente a la conducción económica.