El último Índice de Competitividad Global 2013-2014 que elabora el World Economic Forum, dado a conocer esta semana, constató un nuevo retroceso de Chile dentro de la medición global, quedando el país en la posición número 34 en esta entrega. Dicho resultado confirma una tendencia observada a lo largo de la última década, período en el cual nuestro país ha pasado de ocupar la posición 22 a la citada ubicación 34.
Si bien comparativamente Chile sigue siendo la nación con el mejor puesto a nivel regional, el retroceso de los últimos años invita a la reflexión, en especial porque el mismo informe expone entre los aspectos débiles que están mermando la competitividad cuestiones bastante sabidas.
En efecto, así como es sabido que la institucionalidad del país, la macroeconomía y la solvencia financiera son atributos fuertes, pocos ponen en cuestión que la salud y la educación primaria, la infraestructura, la competencia y el ahorro nacional bruto son aspectos en donde hay retos y espacios de mejora, a los que se podría añadir el costo de la energía, pese a que no figura expresamente en esa condición.
No deja de llamar la atención que los flancos débiles mencionados por el informe han estado sistemáticamente presentes en los variados diagnósticos que se han hecho sobre las flaquezas del país. Es justamente este hecho y el que esa información ha sido objeto de largos debates, que sorprende que dichas debilidades sigan explicando que el país pierda competitividad. Hay aspectos que pueden y deben ser abordados con premura, como las competencias laborales y la infraestructura, sin que haya que partir de cero en las soluciones.