¿Y si el IPC sin volátiles tiene demasiados volátiles?
Jorge Selaive Economista Jefe Scotiabank y académico FEN U. de Chile
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Jorge Selaive
En busca de las mejores prácticas, antes de la pandemia el Banco Central (BC) optó por incorporar una nueva medida de inflación subyacente. Bajo criterios de optimalidad -entre ellos persistencia, volatilidad, relación con la brecha de actividad y predicción- se realizó una selección “fija” de productos que incorporaron varios alimentos y excluyeron otros que son parte del denominado IPC sin alimentos y energía (IPC SAE). Esta nueva medida se denominó IPC sin volátiles (IPC SV), con productos seleccionados a partir de un examen estadístico realizado entre enero 2002 y octubre 2019.
Esfuerzos como este, orientados a buscar medidas estadísticas conceptualmente apropiadas que permitan mejorar la toma de decisiones de política monetaria, son altamente deseables. En este caso, la exclusión e incorporación de productos para la creación de una nueva medida analítica han generado diferencias marcadas entre, por ejemplo, el IPC SAE, que se ubica en 7,9%, retrocediendo 3% desde su máximo, y el IPC SV, que se ubica en 9,9%, cayendo tan solo 1%.
“La canasta de IPC está claramente en su última etapa, con un nuevo año base y una nueva Encuesta de Presupuesto Familiar en curso. Focalizar comunicacionalmente al mercado en una medida subyacente específica requiere que al menos dicho termómetro sea revisado permanentemente”.
La selección bajo los criterios de optimalidad anteriores llevó a que el pan, bebidas gaseosas y yogurt, entre varios otros alimentos, sean parte del IPC SV. También llevó a selecciones complejas de justificar por razones no estadísticas, como que la ropa de mujer sea parte de SV, pero no así la de hombre.
Mi preocupación va por dos frentes en este tema. Por un lado, la práctica general de los Bancos Centrales es tener y comunicar varias medidas de inflación subyacente. De hecho, el Banco de Canadá, que fue referente para nuestro Instituto Emisor al momento de validar el IPC SV, tiene varias inflaciones subyacentes al igual que el BC, pero cuando comunica sus decisiones hace referencia a todas ellas. Las publica de esa manera en su página web y contribuye así al mejor entendimiento por parte del mercado financiero.
En el caso del BC, el foco comunicacional ha estado demasiado inclinado al IPC SV, lo que ha llevado a que varios observadores justifiquen en este indicador específico una postura determinada sobre la política monetaria.
Ligado al anterior, el otro frente de preocupación es el período de selección de la canasta fija del IPC SV. Preliminarmente, estimo que varios de los criterios de optimalidad que llevaron a la selección de algunos productos dentro de esta medida subyacente no se estarían cumpliendo, especialmente para algunos productos alimenticios. De hecho, en su momento los autores del trabajo sugirieron revisar periódicamente los componentes del IPC SV.
Por un lado, estamos con una canasta de IPC que está claramente en su última etapa, con un nuevo año base y una nueva Encuesta de Presupuesto Familiar en curso. Esta nueva canasta, que determinará la inflación a partir de enero 2024, muy probablemente tendrá varias sorpresas en términos de ponderaciones, quizás deteniendo la menor ponderación de alimentos que se venía dando durante las encuestas, pero también de varios productos y servicios cuyo gasto familiar retrocedió. El termómetro de medidas subyacentes tendrá ajustes relevantes, y vale la pena mirar con particular cuidado las medidas de canastas fijas que tenemos actualmente vigentes.
Focalizar comunicacionalmente al mercado en una medida subyacente específica requiere que al menos dicho termómetro sea revisado permanentemente. Hay que recordar que la selección de productos se realizó previo al estallido social y, más importante, previo a la pandemia. No cabe duda de que varias cosas han cambiado.