¿Y la estrategia de cambio?
JUAN CARLOS EICHHOLZ Socio CLA Consulting y profesor UAI
- T+
- T-
JUAN CARLOS EICHHOLZ
Javier Milei se transformó en un fenómeno en Argentina. Estuve allá dos días la semana pasada y no paraban de hablar de él. Todos dan por seguro que pasará a la segunda vuelta y muchos apuestan a que será el próximo Presidente y que, además, podrá llevar adelante los cambios radicales que propone. Es que, dicen, contará con el apoyo de la gente, hastiada de la “casta política” a la que Milei denosta con cada frase que pronuncia, y tendrá el respaldo de una derecha que alcanzará la mayoría en ambas cámaras. Milei podría lograr así lo que Macri no pudo, a quien su propio sector lo acusa de gradualista, de no haber tenido la determinación para tomar medidas más profundas y rápidas para transformar a la Argentina.
¿Podrá Milei lograr lo que se propone si es electo Presidente? Pienso que no. Entusiasmo no le faltará, ni tampoco locura y coraje, pero es probable que carezca de una estrategia de cambio que le permita avanzar. Aún contando con mayoría en el Congreso, lo que ni Piñera ni Boric tuvieron para llevar adelante sus programas, aunque sí Bachelet, es esperable que corra un destino similar al de ellos, cuyas intenciones se estrellaron contra la inercia de un sistema que es siempre más fuerte de lo que anticipamos.
En las empresas (los cambios) provienen de los malos resultados del negocio, pero también de los impulsos innovadores y de los cambios en el entorno.
Y es que esto del cambio es atractivo soñarlo, pensarlo y contarlo, pero otra cosa es hacer que ocurra. Es difícil en política, pero también a nivel de empresas, que están sujetas a desafíos cada vez más complejos. No debe extrañar, entonces, que la duración de los CEO en sus cargos sea cada vez menor, no solo por el desgaste de conducir una organización en entornos inciertos e inestables, sino porque los resultados de los cambios son esquivos y los directorios se ponen nerviosos. Es como entrar en un túnel en el que la luz del otro lado demora demasiado en aparecer.
En política los cambios son gatillados por el creciente descontento de los ciudadanos con sus autoridades. En las empresas provienen de los malos resultados del negocio, pero también de los impulsos innovadores y de los cambios en el entorno: nuevas tecnologías, diversidad, equidad de género, cuidado del planeta, exigencias de los clientes, generaciones jóvenes, nuevas formas de trabajar, expectativas de las comunidades, etc.
Un buen político tiene una visión de país, así como un buen CEO tiene una estrategia de negocio, pero ambos necesitan también una estrategia de cambio para que sus ideas no se queden solo en buenas intenciones. Eso implica partir por entender que los cambios no solo traen beneficios, sino que también conllevan pérdidas, y que son éstas las que generan resistencia, con el agravante de que las pérdidas aparecen antes que los beneficios y que nuestro cerebro les asigna el doble de peso. Por lo tanto, no se trata simplemente de tener una buena oratoria, sino que se requiere un pensamiento sistémico y un actuar estratégico para moverse y avanzar en aguas turbulentas, cargadas de múltiples intereses y sensibilidades. ¿Entenderá Milei lo que esto significa y exige de él? ¿Entenderán todos los CEO que su rol fundamental en estos tiempos es llevar adelante cambios organizacionales y que esto es distinto y más complejo que saber gestionar?