Chile enfrenta un gran desafío para lograr sumar al mundo rural al desarrollo y crecimiento que nuestro país ha venido experimentando en las últimas décadas. Desde el Ministerio de Agricultura, y desde Indap particularmente, somos testigos privilegiados de que las inquietudes de los habitantes de estas zonas superan lo agrícola, mostrando la diversidad y amplitud de las necesidades de los territorios. Para actuar en ellos, se necesita una mirada más integral y vinculada a lo que ha sido nuestro desarrollo como país y sociedad.
No existe consenso sobre la metodología correcta para medir la ruralidad de un determinado territorio. Mientras el INE estima que el 13,1% de los chilenos habita en zonas rurales, organismos como la OCDE y el Banco Mundial fijan esta cifra en 32% y 35%, respectivamente. Estas diferencias surgen del desacuerdo sobre los parámetros a ponderar al momento de evaluar la ruralidad de un territorio: mientras el INE sólo considera las localidades de menos de 2.000 habitantes, las instituciones internacionales incorporan al análisis datos como el acceso a servicios básicos, densidad demográfica por kilómetro cuadrado y tiempo de transporte a grandes ciudades, entre otros. Este segundo modelo creemos que se adapta con mayor precisión a la realidad de nuestro país.
Si consideramos que cerca de un tercio de los chilenos vive en la ruralidad, se hace primordial desarrollar una estrategia integral para abordar las necesidades de estas familias, siendo capaces de resolver la disparidad existente en términos de acceso a la salud, educación, servicios básicos, conectividad, entre otros temas. El hecho que 57% de los chilenos que viven en el campo no cuenten con educación o sólo tengan educación básica; que las escuelas rurales promedien 245 en la prueba Simce; o que el 77% de los caminos no estén pavimentados, lo que significan 59. 500 kilómetros de tierra, ripio o similares, preferentemente en sectores rurales, da cuenta de esta realidad de la cual nos hemos hecho cargo como gobierno.
Por lo anterior, hemos planteado que los retos que enfrenta la ruralidad trascienden la actividad agrícola, pues, como lo ha planteado la OCDE, los territorios rurales en Chile han ido mostrando una creciente diversidad de actividades económicas, donde lo agrícola juega un rol importante, pero siempre acompañado por una variedad de empleos no-agrícolas de gran relevancia para estas localidades.
Es por esto que hoy el Ministerio de Agricultura, en conjunto con el Ministerio del Interior, lidera esta discusión, para diseñar e implementar un nuevo paradigma de desarrollo rural que nos permita hacernos cargo de la deuda histórica que existe con aquellas familias que han optado por quedarse en nuestros campos. Debemos avanzar con convicción hacia una mayor descentralización que, junto con potenciar el desarrollo de las grandes ciudades, reduzca el impacto de la migración campo-ciudad que enfrenta nuestro país y que provoca graves perjuicios a la calidad de vida de miles de chilenos.
Para abordar correctamente este desafío debe existir la voluntad país de impulsar iniciativas que nos permitan actuar rápidamente, estableciendo un proyecto de largo plazo, cuyos principios rectores, visión, objetivos y lineamientos trasciendan la esfera política e incorporen de manera activa y desde el inicio a los actores de los territorios.