Corresponde a la Comisión Nacional de Acreditación (CNA) verificar y promover la calidad de la educación superior, principalmente, mediante la acreditación de diversas áreas de universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica autónoma. Esta aprobación tiene por objeto fomentar y dar garantía pública de la calidad de las instituciones de educación superior, programas de pregrado y postgrado; a través de ejercicios sistemáticos de evaluación. Los años de acreditación de una institución dan cuenta del grado de cumplimiento de los estándares en las áreas presentadas, junto con el nivel de cumplimiento del proyecto institucional.
En términos generales, podemos señalar que la acreditación sirve al público en general al entregar información asociada a la calidad de una institución y a los estudiantes de las instituciones que cuentan con la misma para acceder a un crédito con aval del Estado que les permita financiar sus estudios.
Durante los últimos meses, hemos tomado conocimiento de una serie de irregularidades que habrían existido al interior de la CNA y que son objeto de investigación por parte del Ministerio Público (entre otros) y que ha dado lugar a diversas formalizaciones fundadas en la existencia de pagos de sobornos y favores a un ex presidente de la CNA por parte de ciertos establecimientos para obtener o “facilitar” la acreditación.
Toda corrupción es condenable en sí misma, pero -de ser ciertas las acusaciones- estaríamos frente a un caso gravísimo ya que se habría atentado contra la fe pública de los estudiantes, de los padres, del mundo académico y de la sociedad en su conjunto con respecto a nuestro sistema de educación superior, lo que traduce en un ambiente cargado de dudas y de desconfianza en torno a estos establecimientos, incorporándose como un elemento crítico en la discusión actual sobre la calidad y el lucro de la educación en nuestro país. En otras palabras, la acreditación pierde legitimidad como garante de la calidad de educación que ofrecen las instituciones de educación superior.
Es hora de que nos preguntemos por el rol de la CNA y del cómo se pueden recomponer las confianzas. Y es aquí donde la transparencia puede y debe jugar un rol fundamental debiendo incorporarse en la integración, funcionamiento, procesos y decisiones de la CNA. Creemos que los adecuados estándares de transparencia no debieran ser de difícil implementación por parte de la “nueva” CNA. Como siempre no podemos dejar de lado el “factor humano” y nuestra “naturaleza caída”, es por ello que pieza fundamental en este engranaje es la conducta de sus integrantes y funcionarios, para lo cual se hace indispensable contar con trayectorias reconocidas y comprobables, como asimismo, una declaración de intereses que garantice una adecuada resolución en caso de eventuales conflictos (renuncia o abstención).
Ahora bien, no se trata de querer regularlo todo o de sobre regular. Todo proceso de acreditación requiere una dinámica que no la obstruya o haga imposible y, sobre todo, cumpla el fin para el cual existe: mejorar la educación superior en nuestro país. Ese, y no otro, es el objetivo y principal función de la CNA.
Es por ello que estimamos que son las propias instituciones de educación superior las que deben tomar un rol más activo, no limitándose a cumplir formalmente con la acreditación sino que, por el contrario, deben adecuar y transparentar sus propios procesos de modo tal que sea verificable el cumplimiento efectivo de los estándares requeridos y exigidos y, en consecuencia, contribuir a validar y consolidar el sistema de acreditación. En tal sentido, debieran avanzar en la creación o perfeccionamiento de códigos de ética y normas de conducta internas, con el fin de evitar procesos de acreditación “corruptibles”. Es probable que en la actualidad un gran número de entidades de educación no cumplan con los criterios y estándares mínimos en tal sentido.
Garantizar de manera válida y transparente la calidad de la educación es un tema de primera importancia ya que en la educación superior se consolidan expectativas, sueños, ilusiones y el esfuerzo económico de un número cada vez más significativo de las familias chilenas.