Lejos de Chile
Tomás Sánchez V. Investigador Asociado Horizontal @TomasSanchezV
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Tomás Sánchez
¿Qué nos pasó? Como vecino de una de las tres comunas donde ganó el Rechazo, es inevitable reflexionar al respecto. Me acordé del clásico cuento del rey desnudo: todos se dan cuenta de lo que está pasando, menos él. Con todo lo legítimo que era votar por mantener la Constitución actual, el punto importante no tiene que ver con cual era la opción correcta, sino con comprender lo que pasa en nuestro país.
Un año atrás, casi todos quedamos sorprendidos con el estallido social: “No lo vimos venir”, fue la frase de varios personajes públicos, mientras otros les recriminaban su miopía. Algunos acusamos recibo de la realidad de la mayoría de nuestros compatriotas, y de la necesidad de empatizar con ellos. Sin embargo, un año después, al parecer muchos siguen sin conectar, ni entender. Están en su burbuja, pensando que basta con creer tener la razón y la respuestas (teóricamente) correctas.
Si el Rechazo hubiese sacado un 40% o un 10% parejito en todo Chile, no pasa nada. Así es la democracia. Muy diferente es cuando una preferencia se identifica con un sector de la sociedad. Si bien no todo el Rechazo es de la elite, la mayoría de la elite votó Rechazo, reflejándose en un par de comunas de clase alta. Peligrosamente caemos en una pseudo lucha de clases que creímos haber desterrado. Es una señal de advertencia, no solo para la elite económica, sino que también para la política. La brecha se intuye al constatar que sólo un tercio de la elite piensa que seremos un mejor país superada esta crisis, versus el optimismo de dos tercios de la opinión pública.
Esto no fue un fracaso de la derecha, ya que más de la mitad de quienes votaron por Piñera marcaron Apruebo. Insisto, era absolutamente válido pensar que el Rechazo era el mejor camino. Lo preocupante era no conocer conversación casual en la plaza de otra comuna, de la mesa del domingo en otra familia o los rumores un piso más abajo en la oficina. El problema es estar en una cámara de resonancia escuchando lo que quieres oír, o sólo lo que tus más cercanos dicen. Era pensar que el Rechazo podía ganar o estar cerca del 40%. Si mi muestra eran sólo mis vecinos, se entiende la distorsión, pero mis vecinos no son Chile.
Lo peligroso de estar lejos de Chile es dejar de compartir el sentido común. Ese conjunto tácito de ideas que calibran nuestro criterio y preferencias. Esa amalgama de costumbres que le dan forma a nuestra cultura y nación. En algún minuto la conversación dejó de ser sobre qué mecanismo era más apropiado para reformar la Constitución, y pasó a hacer si queríamos –o no- construir un país más inclusivo. Esa sutileza se nos escapó. El plebiscito para casi todo Chile era un símbolo y para unos pocos era una pregunta técnica.
La política nunca ha tenido que ver con la técnica, sino que, con “el arte de gobernar”, y en ese arte, los valores son su fundamento. Esta elección no tenía que ver con ideología: no había que transar ideales, sino que saber cuándo defenderlos, y el momento es en abril. ¿De que sirve ganar una elección sobre los medios si en el camino se abandona el fin? Para convencer a Chile de que ciertos principios son los correctos, primero tenemos que entendernos y conectar entre nosotros.
Necesitamos una reflexión distinta, que no sea sobre tener la razón, sino que de construir una razón común. La política es eso, construir consensos. Ni la mejor técnica sirve para resolver el problema incorrecto y tampoco sirve tener soluciones en las que nadie cree. Para proponer un proyecto e ideario atractivo para todos, hay que conectar, conversar y entendernos más allá de los Starbucks de un par de comunas.