Muy buena la iniciativa que culminó con la dictación de la ley N°20.659 en febrero de este año, que individualiza determinadas personas jurídicas, sociedades de capitales (como las anónimas), de responsabilidad limitada, empresas individuales de responsabilidad limitada, etc., para constituirse y funcionar al amparo de reglas simples, acordes con la vida moderna. No cabe duda que facilitarán la vida de los emprendedores y de muchos nuevos negocios.
La ley que comento, por lo demás, ya está dando frutos innegables, convirtiéndose a poco andar en una tremenda oportunidad para moverse a la velocidad del comercio actual y abriendo un camino expedito para que los emprendimientos, las pymes, etc., puedan nacer y desenvolverse sin las rigideces y formalidades complejas de la normativa común. Ayuda también el que los medios electrónicos sean cada vez más seguros y con ellos la tecnología, que proporciona cada vez más herramientas para una vida mejor.
Gracias a esta iniciativa, la actividad empresarial dispone ahora de más opciones para organizarse, de modo eficiente y a un costo razonable. Así, hemos transitado desde la sociedad de personas, pasando por la sociedad anónima hasta la figura de la empresa individual y otras. La sociedad anónima, desde luego, fue y ha sido el vehículo que ha posibilitado el desarrollo industrial moderno en una gran medida.
Esta reflexión me lleva inevitablemente a pensar en un trato similar para las cooperativas, cualquiera sea su naturaleza. Está probado el impacto que éstas producen en la economía chilena y en el mundo. El empleo que otorgan, los bienes y servicios que producen, a favor de la sociedad toda y desde luego en pro de sus socios y dueños. Hay numerosos y fundados casos de éxito, organizados bajo el modelo cooperativo. Sin embargo, su estudio no se incluye en los centros de educación superior -lo que como Foro Empresarial Cooperativo estamos intentando lograr, con muy buena recepción de parte de Universidades e Institutos de primer nivel-, y tampoco su situación se consideró en la ley que nos ocupa.
Nos parece, pues, equitativo y necesario incluir en la ley mencionada el caso de las cooperativas, partiendo la experiencia con emprendimientos dignos del mayor apoyo, como las cooperativas escolares; de trabajo, de consumo; de aquellos pequeños productores agrícolas, pescadores artesanales, entidades todas orientadas al servicio de los hogares y las familias. Imaginemos la apertura que ello significaría para los jóvenes que promueven un negocio tecnológico, para los pescadores artesanales de una zona, para quienes iniciar una actividad llena de requisitos complejos, más el comienzo de actividades, obtención de RUT, representa dificultades y costos difíciles de sobrellevar, más aun cuando los recursos son escasos.
En suma, postulamos abrir la ley referida a casos como los expuestos y otros, ciertamente con la participación del ente fiscalizador de las cooperativas, que ahora lo haría de manera electrónica, promoviendo que una forma de actividad empresarial tan destacada como la cooperativa, se comporte inclusivamente respecto de todos los sectores sociales, especialmente de aquellos que merecen, justificada y solidariamente, más apoyo.