Chile 2.0
Sergio Lehmann Economista jefe Bci
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Sergio Lehmann
Nuestro país ha sufrido un fuerte remezón. Demandas sociales insatisfechas, frustración y aspiraciones legítimas de mejores servicios públicos y bienestar, nos han llevado a cambiar rápidamente las prioridades en materia de política económica y social. Esta es una gran oportunidad para Chile, para consolidar y reforzar los avances alcanzados en los últimos años de manera más inclusiva y generosa. Es urgente dar respuesta a las demandas por mejores pensiones, salarios y precios más accesibles a los servicios básicos. Las medidas que ha anunciado el gobierno en esta materia contribuyen de forma potente en esa línea, al tiempo que resguardan adecuadamente las cuentas fiscales, un factor esencial para sostener los pilares de la economía.
En momentos de alta tensión es clave no caer en la tentación del populismo político. Esto significa que para problemas complejos se planteen respuestas simplistas, y casi siempre erradas, que conllevan altos costos económicos y sociales. El populismo político degrada el conocimiento experto, apuntando a mensajes simples, sin base técnica, que reciben rápida adhesión de una fracción de la población, polarizan a la sociedad y debilitan la democracia. Especial cuidado se debe tener en las propuestas que emanan para el sistema de pensiones, los incentivos para elevar la productividad y el financiamiento de la infraestructura pública. Una mala definición en estos ámbitos conlleva pérdidas en competitividad, un menor crecimiento económico y alzas en el desempleo, con altos costos en el bienestar social.
Se advierte que varios países han caído en ese drama —tanto del mundo desarrollado como emergente— del cual es difícil desprenderse. En América Latina, en particular, tenemos algunos lamentables ejemplos que han llevado a crisis económicas y sociales profundas. Chile, sin embargo, muestra desde hace décadas un fuerte compromiso con el buen diseño de las políticas, resguardando los equilibrios económicos y promoviendo el buen funcionamiento de los mercados. Los hechos recientes revelan que debemos, junto con ello, poner un mayor acento en aquellas políticas que apoyen a los sectores más vulnerables y a la clase media.
La institucionalidad destaca entre las principales fortalezas de nuestra economía, lo que nos permitirá avanzar de buena forma en los desafíos sociales que enfrentamos. Pero para ello es imprescindible conectarse con la gente, con sus necesidades, con sus urgencias. Cabe hacer notar que a pesar de la fuerte convulsión que sufrimos, los premios por riesgo de Chile —esto es, la exigencia de mayor retorno sobre activos para compensar riesgos— no han subido mayormente. El mundo continúa viendo a nuestro país como un ejemplo de desarrollo, y que las exigencias sociales que han emanado legítimamente serán bien satisfechas.
La sociedad toda debe asumir la nueva responsabilidad, reconociendo los fundamentos que le han permitido a nuestro país crecer con fuerza en los últimos años y acercarnos al desarrollo. Con ese propósito, debe hacerse una comunicación más efectiva de aquellas políticas que han tenido éxito y a las que no debemos renunciar. Eso permitirá que el giro en prioridades que ya comenzamos a experimentar no signifique sacrificar potencial de crecimiento y modernización. Pongámonos entonces a trabajar en fortalecer la economía, con un foco mejor dirigido a las personas menos favorecidas, buscando así construir una sociedad más unida, la del Chile 2.0.