RSE y sus desafíos futuros
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El establecimiento de una Mesa encargada de hacer un estudio que permita definir una Política Nacional sobre Responsabilidad Social Empresarial ( RSE ), necesaria para garantizar la relación equilibrada entre capital y sociedad, como el futuro de nuestras exportaciones, concluyó recientemente la primera etapa.
Su constitución, dispuesta por el ministro de Economía, emergió luego de conocerse los resultados de la Cumbre de Río+20 de junio de 2012. Esta última invitó a los países a establecer marcos regulatorios y políticos que permitan al sector productivo promover iniciativas y prácticas de RSE, por ahora de carácter voluntario, generando nuevos estándares de mayor justicia e integración social, en línea con los pilares del desarrollo sostenible. Asimismo, se acordó la creación de puntos de referencia mundiales para este proceso y se animó a las empresas, Estados y otros interesados, a desplegar globalmente modelos de informes en RSE.
En consecuencia, la Mesa, integrada por representantes de Economía, Cancillería, sector privado, sociedad civil y academia, se abocó durante los últimos ocho meses a realizar un catastro de lo actuado en esta materia a nivel nacional, analizar los principales instrumentos internacionales sobre RSE y proponer la elaboración de un Plan de Acción. Ello, en el entendido de que mientras el sector empresarial debe ser la locomotora del proceso asumiendo compromisos claros, la función de los actores gubernamentales correspondería estar centrada en el desarrollo de dicho Plan, en estrecha colaboración con las instancias pública, empresarial, sindical, ONG y otras organizaciones.
Al reflexionar sobre este tópico, pocos discuten que la importancia futura de la RSE estará influenciada por los cambios actuales, derivados fundamentalmente de la globalización, pobreza e inequidad, cambio climático, uso sostenible de la energía y recursos naturales, crecimiento económico y urbanización de países en desarrollo y relevancia de los derechos humanos, entre otros. Así lo reconoce un reciente estudio efectuado por Finlandia. Este concluye que los cambios demandarán una estrategia sustentable donde la responsabilidad social se transformará en un factor relevante en materia de competitividad. La consecución de tal objetivo no sólo beneficiará al empresariado, sino que reforzará el bienestar nacional y la justicia global. Es el reconocimiento de estos procesos globales lo que respalda la instalación de la Mesa aludida, a lo que se añade la creciente demanda para que las normas sobre temas laborales, ambientales y otros tengan carácter obligatorio, incorporándose por ejemplo en los tratados de libre comercio.
Cabe enfatizar que en julio de 2012, los monopolios del vino de Noruega, Finlandia y Suecia resolvieron condicionar las importaciones de mostos al cumplimiento de estándares de derechos humanos, laborales y ambientales internacionales por parte de los proveedores. Se añade, una propuesta de resolución del Parlamento Europeo sobre RSE emitida el 28 de enero, que recalca la aplicación de la RSE como factor gravitante en la recuperación de la confianza europea tras la actual crisis financiera global. Igualmente, subraya la necesidad de elaborar medidas reguladoras dentro de un marco legal sólido y coherente con la normativa internacional y junto con animar a la Comisión Europea en el fomento del comportamiento responsable en las relaciones con otros países y regiones del mundo, pide mayores esfuerzos para hacer de la reciprocidad un principio básico de las relaciones comerciales.
Asimismo, reitera su convencimiento de que el desarrollo de la RSE debe ser impulsado preferentemente a través de un enfoque que propicie la participación de múltiples partes interesadas y en el que se reserve el papel principal a las empresas. Este es y será el escenario que caracterizará las relaciones globales entre sociedad y empresa, el que estaremos llamados a enfrentar con la mayor diligencia si queremos salvaguardar y potenciar la actividad de los negocios internacionales en un ambiente donde reine la equidad. De allí que junto con determinar una estructura orgánica que guíe este proceso, la incorporación al trabajo en terreno de la experiencia adquirida por naciones del mundo desarrollado resultará altamente beneficioso.
En la medida que la sociedad en su conjunto asuma esta tarea como una prioridad, nos acercaremos al anhelado deseó de alcanzar el pleno desarrollo.