La vacuna y la ley
Rodrigo León Silva Abogados
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Rodrigo León
El coronavirus, con miles de muertos, millones de contagiados, economías que se derrumban, sistemas políticos en entredicho, está estableciendo un nuevo estándar social que quedará indeleble en la forma de vida que tendremos lo seres humanos.
Esta pandemia viene a sumarse a la larga lista que hemos vivido durante nuestra historia en la tierra. No está de más recordar la peste que sufrió Atenas en el Siglo V A.C. durante la Guerra del Peloponeso, cuando los atenienses y la imparable marcha del sistema democrático por el mediterráneo fueron finalmente frenados por un virus, que los llevó a perder dicho conflicto bélico. ¿Qué habría pasado sin esta enfermedad?
No obstante, es claro que existen grandes diferencias entre nuestra pandemia y las anteriores. Somos muchos más, por ejemplo. La gran Babilonia de la antigüedad, con sus hermosos jardines colgantes no era más grande que Chillán. Pero no solamente es relevante la dimensión planetaria de la humanidad —que ya todo lo usa y ocupa en desmedro de las otras especies—, sino que también el cambio tecnológico, en particular a través de las vacunas.
La vacuna como tal, desde Luis Pasteur en adelante, ha supuesto un salto tecnológico enorme y que cada día cobra más relevancia, y gracias al cual se han salvado millones de vidas. Nótese que solo el coronavirus ha potenciado más de cien investigaciones en paralelo para llegar a la o las vacunas efectivas, siendo recientemente anunciadas la rusa Sputnik V, y la china desarrollada por CanSino Biologics junto al instituto militar de ese país.
Dentro de este marco han surgido varios proyectos de ley que se están tramitando en el Congreso, tales como el denominado Fármacos II, que afectarán a las patentes sobre las vacunas o procedimientos contra la pandemia, muchos de ellos impulsados por parlamentarios que creen que la tecnología nace sola, como por arte de magia, y que no requiere inversión. Es comprensible que en situaciones tan excepcionales como esta existan normas igual de excepcionales, pero lo peligroso es cambiar la ley para dejar algo excepcional como normal, en particular, aquello relativo al potenciar el desarrollo tecnológico y la innovación.
Dejar normas expropiatorias de la innovación como estándar llevará a que las empresas no inviertan, y que por lo tanto no se contrate gente capacitada en tecnología e innovación y, por ende, que todos los avances tecnológicos en un área tan sensible como la salud se estanquen. ¿Para qué invertir millones de dólares, si sé que al final del camino mi inversión será pura pérdida?
De ahí que sea muy importante la prudencia del Congreso al establecer leyes para situaciones excepcionalísimas, y evitar que queden como leyes normales, en particular las de fomento de la tecnología y la innovación. ¿Qué pasaría si a través de esto sentamos precedente para desincentivar la inversión en investigación?
Esperemos no sea así. El Covid-19 nos ha recordado la importancia de avances tecnológicos como la vacunación.