Sequía de líderes
Rafael Mies Ph.D. Académico ESE Business School y profesor visitante USD, San Diego, California
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Rafael Mies
Un líder puede ser definido desde muchas perspectivas, pero lo que mejor lo describe es su capacidad para movilizar a otros hacia un bien superior.
Si no hay movilización o cambio no hay liderazgo. A lo más un espejismo que pretende mostrar algo que no existe.
Está en la esencia del líder querer transformar aquellas situaciones que aparecen como injustas o perjudiciales y está en su corazón la voluntad real de contribuir a la mejora social.
Los líderes tienen aquella particular vocación de querer hacer la diferencia y eso es lo que los hace tan atractivos y tan escasos a la vez.
Estamos en una sociedad con crecientes niveles de individualismo y menor capacidad de preocuparse por los problemas de otros. Por lo mismo, parece que cada vez son menos aquellos que están disponibles para ejercer el liderazgo y cargar el peso de las transformaciones sociales.
Si bien son muchos los que inician el camino de impulsar cambios, también es normal ver cómo rápidamente se cansan y prefieren dejar la acción y dedicarse a discursos que sólo justifican su incapacidad de transformar una realidad compleja.
Todo esto me lleva a creer y sostener que hoy estamos frente a una verdadera “sequía de líderes” y quiero ilustrar esto con tres ejemplos recientes.
Partamos con nuestros vecinos en Venezuela donde, sin usar eufemismos, tenemos una persona que se ha saltado una a una las garantías democráticas básicas y que incluso ha tenido el cinismo de hacerse reelegir hasta el año 2025.
¿Dónde están las acciones concretas de líderes internacionales, no digo militares, pero sí del tipo: sanciones económicas o iniciativas reales, que permitan a esa nación recuperar la senda democrática? Hasta ahora, sólo tibias declaraciones de líderes incapaces de generar un real cambio en esa nación.
Otro ejemplo distinto pero muy ilustrador: hemos sido testigos la semana pasada de otra masacre en una escuela secundaria de Texas. Sin embargo, nuevamente, los líderes políticos haciendo las mismas declaraciones de siempre, discursos casi “cut and paste” de tiroteos anteriores. Aún no aparece alguien realmente dispuesto a movilizar el cambio y enfrentar con voluntad a los grupos de presión que tienen inmovilizado al país en esta materia.
Por último, para mirarnos nosotros mismos, estamos siendo testigos de los escándalos más graves y dolorosos que ha vivido la Iglesia chilena desde su llegada al país. Ya apareció la petición oficial de perdón y un ofrecimiento de renuncia colectiva, pero me pregunto, ¿aparecerán verdaderos líderes capaces de transformar y movilizar un cambio profundo de los estándares propios de una institución por esencia al servicio de la gente? Ese cambio aún está por verse y sólo será posible si aparecen nuevos líderes dispuestos a ir más allá de discursos con lugares comunes.
A pesar de todo, la buena noticia es que sí se pueden generar líderes comprometidos con el cambio. Se parte con la educación en casa y en la empresa. Está en manos de cada uno el deber, al menos, de impulsar y apoyar todo nuevo liderazgo. Ellos harán posible innumerables trasformaciones que el país y el mundo necesita.