Liderar y proyectarse
Rafael Mies Ph.D. Académico ESE Business School y profesor visitante USD, San Diego, California
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Rafael Mies
Todo en la vida tiene sus momentos. Así como al día le sigue la noche, a la celebración le sigue la obligación de hacerse cargo de las complejidades del presente. Una gran mayoría de chilenos aún está en un comprensible estado de euforia. Muchos miedos fueron controlados la noche del 19 y la mañana del 20. Con la inédita alza de la bolsa no se hizo más que confirmar que el triunfo de Sebastián Piñera era lo que el país quería.
Sin embargo, como señala el dicho popular: “los platos se comen a una temperatura más baja que a la que se cocinan” y por eso es que ahora se viene el difícil momento de liderar y movilizar a un país diferente y complejo.
Dentro de los muchos desafíos que deberá enfrentar el presidente Piñera me gustaría destacar al menos dos.
En primer lugar, uno político. Deberá enfrentar un Poder Legislativo diverso y con integrantes nuevos con ideas bastante antagónicas al ideario del futuro oficialismo. Dada estas nuevas fuerzas, el próximo gobierno no lo tendrá para nada fácil. Se requerirá de un importante manejo político que fue precisamente la debilidad del primer gobierno de Sebastián Piñera.
Por ello será fundamental partir trabajando sobre aquellos temas en los que hay mayor consenso y posibilidades de acuerdo. Por ejemplo, en materia laboral, abordar temas como capacitación o inclusión, que son aspectos donde los acuerdos rápidos son posibles. Lo mismo respecto al sistema tributario en que parece haber bastante disposición a simplificarlo y promover el ahorro. Si se logran acuerdos en estas materias, aunque pequeños, de rápida tramitación, el país verá confirmado el liderazgo del presidente y creerá que llegar a consensos más profundos con la oposición sí es posible.
En otras palabras, el desafío político será construir y no destruir las cosas importantes del gobierno anterior. Existen temas buenos, como la regulación de la libre competencia, o la transparencia entre el dinero y la política o los avances en derechos del consumidor y una mejor regulación del sistema financiero. Será clave entonces para el gobierno del presidente Piñera trabajar en perfeccionar aquellos que, aunque muchas veces mal implementados, sí corresponden a un anhelo legítimo de una sociedad más moderna.
En segundo lugar, Piñera deberá lograr encontrar un sello propio, distinto al de la oposición y Nueva Mayoría. Deberá presentar un proyecto país, que le permita al nuevo gobierno proyectarse más allá de los cuatro años y al mismo Piñera dejar un legado por el cual ser recordado.
No quedan muchas de esas banderas, pero sin duda la reforma y modernización del Estado es un gran tema pendiente para Chile. Piñera tiene la gran oportunidad, las capacidades y ahora el respaldo político que le da su importante votación para acometer este trascendental tema. Una reforma del Estado que reduzca su gigantismo, elimine la burocracia, que se acerque a la ciudadanía para servirla y no servirse de ella, sería un tremendo legado y haría que esta administración deje huella, pase a la historia con un sello propio y permita a Piñera ser más que simplemente un bombero que apareció para apagar un incendio.