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Columnistas

¿Qué frena a Europa?

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 26 de abril de 2013 a las 05:00 hrs.

En su reciente visita a Grecia, el presidente de Francia, François Hollande, declaró que Europa ha superado su caída, e hizo un llamado a las compañías francesas para que inviertan en Grecia. Mal consejo. Aunque en Francia los costos de producción son altos, en Grecia lo son todavía más. A pesar de la considerable disminución que desde 2007 ha experimentado el PIB real de Grecia (junto con Italia y España), todavía falta mucho ajuste.



De hecho, la afirmación de Hollande no goza de amplio consenso en Europa. Antes de la última elección en Italia, los mercados financieros se mostraban optimistas, alentados por la política del Banco Central Europeo de garantizar las deudas públicas de los miembros de la eurozona, ampliar su propia cartera de activos y disminuir los tipos de interés. La rebaja de los tipos de interés implica ganancia para los bonistas. Pero en los países del sur agobiados por las deudas, el desempleo no para de crecer y la producción sigue rezagada respecto de Alemania y otros países del norte de Europa.

La razón principal de este retraso no es simplemente la falta de demanda o el exceso de deuda. Hay una enorme diferencia entre Alemania y los países del sur endeudados en lo que atañe al costo laboral unitario (el salario real ajustado según la productividad), que es mucho menor en Alemania. Al comienzo de la crisis, la diferencia era del 30% en el caso de Grecia (de modo que Grecia exportaba muy poco e importaba demasiado) y de entre 20% y 25% en el caso de los otros países endeudados.

Mientras los costos de producción de los países endeudados no disminuyan, no habrá recuperación del crecimiento. Pero para lograr esa disminución se necesita un aumento sustancial de la productividad, una reducción del salario real o ambas cosas. Algo de ajuste ya hubo, pero gran parte de los cambios logrados no serán permanentes. Las medidas de austeridad significaron una reducción de la cantidad de trabajadores con empleo, especialmente en los sectores con bajos niveles de cualificación y productividad. Pero aunque esto trajo consigo mejoras en el crecimiento de la productividad, la reducción del costo laboral unitario obtenida por este medio es en gran medida transitoria.

En la práctica, persisten grandes diferencias de costos de producción. Aunque Grecia impuso un ajuste al sector privado, el gobierno no cumplió la promesa de reducir el empleo en el sector público, lo que significará una prolongación del exceso de gasto público y la imposibilidad de alcanzar las metas de déficit en forma sostenida. Las grandes reducciones salariales en el sector público aminoraron el déficit primario, pero la conservación de empleos disminuye la productividad, eleva los costos y demora el ajuste.

Antes de la introducción del euro, los países podían responder a diferencias de los costos de producción devaluando o apreciando sus tipos de cambio. En comparación con esto, la austeridad fiscal no es tan eficaz, ya que su acción es muy lenta (o nula); a menudo, los gobiernos electos se resisten a cumplir sus propias promesas y tampoco se sienten obligados a cumplir las de los gobiernos que los precedieron . Además, los políticos suelen resistirse a la implementación de medidas de desregulación que eliminarían ciertos privilegios con patrocinio estatal.

Llevo varios años proponiendo una política que combine crecimiento e integridad fiscal. Que todos los países endeudados del sur de Europa acepten en forma conjunta adoptar un euro devaluado, que flotará en relación con otra moneda más fuerte, el euro del norte. Cuando la adopción de esta moneda de menor valor reduzca los costos de producción en un 20% o 25%, esos países podrán volver a adoptar el euro “fuerte”, siempre que acepten implementar reformas fiscales sujetas a la aprobación de la Comisión Europea. Después de todo, tanto la fijación cambiaria como el uso de una moneda común exigen límites a la independencia fiscal.

La elección italiana es un mensaje. Después de cinco años de deterioro del nivel de vida, los votantes ya no aceptan más medidas de austeridad y recortes si no hay crecimiento. Para revitalizar el euro es necesario adoptar políticas que impliquen recuperación del crecimiento, limitación del gasto público y reforma de los altamente regulados mercados laboral y de bienes.





Copyright: Project Syndicate, 2013.

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