Poner la pelota al piso
Sergio Lehmann Economista jefe del Banco BCI
- T+
- T-
Sergio Lehmann
Como dicen los expertos del fútbol, para un juego efectivo es necesario poner la pelota al piso. Eso da espacio para darle un buen trato e hilvanar jugadas que, bien planificadas, permiten alcanzar el objetivo final, el cual es el gol y ganar el partido. Con la pelota en el aire, donde es más difícil controlarla, las jugadas y goles pasan a ser más bien resultados del azar.
En economía, la historia es la misma. No podemos avanzar hacia el desarrollo con paso firme si no estructuramos políticas correctamente diseñadas y coordinadas entre las distintas áreas económicas y sociales que se ven afectadas. Los países no pueden depender de un golpe de suerte para avanzar, como puede ser en nuestro caso un alza transitoria en el precio del cobre o un buen crecimiento circunstancial de nuestros socios comerciales.
“La evidencia empírica es muy contundente: países con mayor corrupción crecen menos, su desarrollo es limitado y la pobreza es más elevada. Ejemplos en América Latina abundan y explican en buena medida el bajo desarrollo de la región en las últimas décadas”.
La evidencia de las últimas dos décadas da cuenta de que en Chile no hemos puesto la pelota al piso, sino que más bien hemos estado focalizados en el corto plazo, buscando apagar incendios e improvisando, reconociendo además una gran dificultad de ponernos de acuerdo en cuestiones esenciales para el desarrollo. Hoy la prioridad para avanzar más rápido debe estar en la calidad de la educación, con especial énfasis en la etapa preescolar. Suficientes alarmas se han encendido con los resultados recientes del Simce, pero no se ve que se le ponga urgencia a esta calamidad.
En segundo lugar, es clave impulsar la inversión de forma de elevar la capacidad de crecimiento de nuestra economía. Este año veremos una contracción en este componente clave para el desarrollo, que se extendería hacia el próximo también. Es indispensable contar con reglas claras, sin espacio para discrecionalidad en los procesos de aprobación de proyectos, estabilidad y seguridad. Por allí tenemos un desafío enorme, que el propio Gobierno ha reconocido que es urgente abordar. Pero también existe una arista tributaria que se debe revisar. Más allá de si se alcanza un pacto fiscal, es necesario conformar una estructura que genere mayores incentivos para la inversión.
Finalmente, es imperioso cerrar todos los espacios de corrupción. Los recientes escándalos revelan que la institucionalidad es débil en materia de relaciones entre fundaciones y el Estado. Pero vemos también una baja capacidad de fiscalización de recursos en las municipalidades, además de presiones y malas prácticas que a veces se reconocen en otros estamentos del Estado.
La evidencia empírica acá es muy contundente. Países con mayor corrupción crecen menos, su desarrollo es limitado y la pobreza es más elevada. Ejemplos en América Latina abundan y explican en buena medida el bajo desarrollo de la región en las últimas décadas. En el ranking del Índice Global de Percepciones de Corrupción publicado por Transparencia Internacional en 2022 aparecemos en el lugar 27, con una nota de 67 en una escala de 0 a 100. América Latina marca una triste nota promedio cercana a 35. Los países europeos, por su parte, exhiben índices en torno a 80, que es precisamente donde debemos apuntar.
Eso exige ser duros castigando la corrupción, al tiempo de mejorar la institucionalidad en materia de gasto público, identificando correctamente responsabilidades y levantando alarmas cuando se evidencien espacios para las malas prácticas o derechamente el robo de recursos públicos.