Nada fuera del Estado
Axel Kaiser Fundación para el Progreso (internacional)
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Axel Kaiser
Es porque la izquierda –y cierta derecha- desconfían radicalmente del ser humano y de su capacidad para hacer el bien, incluso a sí mismo, que quieren amarrarlo con cadenas de hierro al poder del Estado, obligándolo por la fuerza a hacer el bien a otros. Dejadas solas, nos dicen los antiliberales, las personas sólo perseguirán su propio interés llevando a una erosión de los lazos comunitarios.
Por eso el Estado debe salvarnos de nuestra propia inmoralidad garantizando el bien común, incluso en contra de nuestra voluntad. La solidaridad, que para los liberales como Adam Smith y Milton Friedman es parte de los impulsos más nobles del espíritu humano, para los socialistas de todos los partidos no se concibe fuera del Estado, dado el egoísmo que según ellos nos caracteriza. Por eso debe imponerse quitándoles a unos para darles a otros.
“La solidaridad, que para los liberales como Adam Smith y Milton Friedman es parte de los impulsos más nobles del espíritu humano, para los socialistas de todos los partidos no se concibe fuera del Estado, dado el egoísmo que según ellos nos caracteriza a todas las personas”.
Los liberales creen que es al revés: los seres humanos perseguimos nuestro interés en relaciones de colaboración pacíficas y voluntarias con otros en eso que llamamos mercado, pero también buscamos hacer el bien al prójimo de manera desinteresada. De ahí que confiamos esencialmente en la sociedad civil para resolver los problemas de quienes necesitan, mientras en la izquierda y la derecha fascista creen que toda iniciativa ciudadana debe ser estatizada.
Giorgio Jackson, por ejemplo, afirmó hace años a propósito de la Teletón: “Yo dono hoy a la Teletón porque no existe una política que se haga cargo del tema, y me da vergüenza tener que hacerlo. Espero que en un par de años no sea necesario hacer este tipo de colecta por la salud de la gente, me niego a pensar que los derechos de las personas dependan de la caridad”.
“Todo dentro del Estado, nada contra el Estado y nada fuera del Estado”, dijo Benito Mussolini. ¿Acaso no es este el mismo espíritu que muestran Jackson y la izquierda? Y es que, si usted quiere aumentar el poder del Estado, como sin duda pretenden ellos, necesariamente debe desarrollar una teoría de la desconfianza en la libertad de las personas y su capacidad de resolver los problemas en el seno de la sociedad. Por eso, según las doctrinas colectivistas, el bien del pueblo solo se encarna en el Estado, es decir, en la autoridad que lo controla.
El gran economista francés del siglo XIX, Frédéric Bastiat, criticando ese tipo de estatolatría, escribió: “Se me acusa de ser un hombre sin corazón y sin entrañas, un filósofo rancio, un individualista, un burgués…¡Oh! Perdónenme, escritores sublimes, a los que nada detiene, ni las propias contradicciones... No pido nada mejor, estén seguros, de lo que ustedes ya han descubierto: un ser bienhechor e infatigable, llamado Estado… un ser que provee a todas nuestras necesidades, previene todos nuestros deseos, satisface todas nuestras curiosidades, endereza todos nuestros entuertos, repara todas nuestras faltas y nos dispensa de juicio, orden, previsión, prudencia, sagacidad, experiencia, orden, economía, templanza y actividad”.
Fue el mismo Bastiat quien profetizaría el destino de explosiones sociales que asolaría de manera recurrente a Francia. Intoxicados por la adoración de ese ser llamado “Estado”, predijo Bastiat, los franceses estaban condenados a rebelarse al ver frustradas sus fantásticas expectativas una y otra vez. En Chile no ha sido, ni será muy distinto.