En Chile existen cuatro tipos de loros nativos y al parecer todos en precaria condición de conservación. “Repetir como loro” es probablemente uno de los dichos más transversales en nuestro país. Lo que ocurre de un tiempo a esta parte, sin embargo, es que están surgiendo nuevas variedades de esta ave, sólo que en nuestra fauna política.
El primer tipo es el “loro choro”. Más comúnmente de color negro, por su camuflaje, se le puede ver entre turbas y desmanes, buscando pasar desapercibido. Su alarido se hace sentir con fuerza cuando actúa en bandadas coordinadas y de gran número. Sus consignas son, mayoritariamente, de destrucción y muerte. Como muy bien lo describía hace poco en unas de sus columnas Cristián Warnken: “Las demandas de justicia y equidad dan paso a invocaciones a la destrucción, el saqueo y derechamente la muerte, no solo la del Estado: la muerte de los policías, la muerte del Presidente, la muerte de los ricos, la muerte”. Ese es el tono del loro choro y lo más preocupante es que se ha ido amplificando cada vez con más fuerza.
Otro tipo es el “amarillo”. Este loro es menos común y está bajo creciente amenaza por estos días. Son valientes, pero más bien solitarios. Puede ser porque su cacareo es templado y mesurado, y por lo mismo, no atrae mucho a las masas vociferantes. Uno de sus principales exponentes por estos días es Patricio Fernández, quien al referirse a otros loros políticos, afirmaba que “los blandengues son los que vociferan lo mismo que su entorno”, es decir, los que repiten como loros.
Un tercer tipo se encuentra en el extremo derecho del espectro y en las antípodas del loro choro. Al “loro verde” se le conoce así por su afinidad con el uniforme verde olivo y porque regularmente se camufla con ropas del color, aunque a veces se han visto también ejemplares con un verde fosforescente y reflectante. El verde viene principalmente de una familia militar o afín, y con una nostalgia obsesiva por tiempos de orden y seguridad. Al igual que su némesis, el verde gusta de moverse en masas y vociferar consignas, las que se repiten, retuitean o reenvían, sin mayor pausa ni reflexión. De hecho, se ha advertido que utilizan “lorobots” para amplificar el alcance e impacto de sus cacareos, aunque se ha visto también el uso de estos señuelos entre los loros choros.
Por último, el grupo más numeroso es el “loro azul”. Se le conoce así por su estado de ánimo, que se encuentra entre la tristeza, la desesperanza y el miedo. El azul es el que menos cacarea de todos y, por lo mismo, se ve bajo el constante asedio del griterío de los extremos. Los azules algunas veces logran oír las reflexiones de los amarillos, pero como los extremos son tan escandalosos, les cuesta escuchar ni menos entenderlos. Por lo mismo, se ven bombardeados principalmente por mensaje de violencia, odio y miedo, con lo que su falta de ánimo se va profundizando cada vez más, haciendo que se paralice.
Esta nueva gama de aves de diversos colores es la que está reemplazando a las nativas. Es de esperar que pronto se acabe el cacareo y, en política al menos, nos dejemos de repetir como loros.