Los envidiosos. Respuesta a Axel Kaiser
Hace poco, un columnista sostuvo que la causa del descontento social actual, es la “envidia”.
Hace poco, un columnista sostuvo que la causa del descontento social actual, es la “envidia”.
La tesis parece científicamente irrisoria, cuando no una burla grotesca a los modestos del mundo. Con todo, es un aporte al evidenciar el pensamiento de una parte de nuestra elite, que no considera a la desigualdad un problema: ¿Para qué preocuparnos de la desigualdad mientras avancemos hacia un mínimo que garantice una vida más o menos digna para todos? Parece lógico, pero es una trampa. Hay razones contundentes para oponerse a las desigualdades escandalosas de nuestro país.
La primera es de justicia. Es injusto que no intentemos corregir los desbalances del destino. Quienes sostienen que todo lo que tienen lo han ganado por mérito, olvidan una parte importante: la cuna.
La segunda se relaciona con un principio mínimo para la democracia: las instituciones deben tratar a todos los ciudadanos como iguales y estos tratarse bajo la aceptación de la mutua igualdad. Esto puede verse afectado si existen grupos con posiciones desmesuradas de poder respecto a otros.
La tercera razón es empírica. Países que han alcanzado umbrales de desarrollo tienen mejores indicadores sociales cuando su desigualdad es reducida. Al contrario, países de alto ingreso per cápita pero con mala distribución sufren trastornos sociales, como lo demuestra la literatura.
Si es tan evidente ¿Quién podría oponerse a la búsqueda de ciertos niveles de igualdad?
Al hablar de desigualdad en Chile hablamos principalmente del 10% más rico y el resto. Quienes se oponen a una mayor redistribución, sostienen que ella arriesga el crecimiento económico, golpeando indirectamente a los más pobres. Así, escapamos de preguntas incomodas: ¿Cómo se generan los ingresos en ese 10%? ¿Cómo se reproduce ese grupo generación tras generación?
Responderlas implica poner en cuestión privilegios fuertemente arraigados en nuestra sociedad; evidenciar que sólo es posible construir una sociedad justa, si los que hemos nacido afortunados estamos dispuestos a poner en riesgo ciertas seguridades que no tienen razón de ser.
Sólo una sociedad fragmentada como la nuestra es capaz de producir opiniones tan desconectadas de la realidad como la teoría de la envidia. Invito al Sr. Kaiser a que vayamos a un campamento para que pueda conocer a los “envidiosos”.