Dentro de las habilidades más valoradas a nivel laboral y social es la capacidad de liderazgo. En efecto, para guiar, coordinar y motivar a un grupo hacen falta un gran número de destrezas y una cuota importante de carisma. No hay duda que son habilidades importantes que deben promoverse pero siempre considerando los potenciales riesgos derivados de su mal uso.
El liderazgo debe entenderse en función de su fin y considerar la licitud y conveniencia de los medios a utilizar. Lo que debiera promoverse es la habilidad para dirigir hacia un fin lícito, siempre limitado por el uso correcto de los medios que permitan obtenerlo. Mientras más elevado el fin que se persigue más cuidado se debe tener en la forma de ejercer el liderazgo. Mientras más personas resulten seducidas por un líder, mayor es la responsabilidad con que éste debe guiar.
Es por eso que en el servicio público quienes lideran tienen la obligación moral de formarse, de conocer a fondo los riesgos de un mal liderazgo. Mientras más alta sea la posición del líder, más costosos y más graves serán sus errores para los demás.
Un líder sin principios no sólo no sirve, sino que se sirve de los demás para sus propios fines. No sólo no aporta, sino que constituye un peligro. El liderazgo que debe potenciarse es el liderazgo responsable, consciente de sus limitaciones y dirigido a un fin lícito. Y a quien lo ejerce se le pide ser más, o al menos estar a la altura de quienes guía, predicar con el ejemplo y tomar todos los resguardos posibles para que estas habilidades se encuentren siempre dentro de un cauce, no se desborden ni perjudiquen a los demás. No es una tarea fácil pero sí un lindo desafío.
La formación de liderazgos serios, comprometidos con la defensa de una sociedad libre resulta primordial para Chile. No basta con tener los recursos económicos para hacer de Chile un país desarrollado, debe existir un gran proyecto que tenga un contenido específico, una visión de la sociedad que queremos. Si no nos detenemos hoy a formar liderazgos que conozcan y defiendan estos principios, la política será siendo un juego vacío, una lucha restringida a acrecentar el poder o el ego de nuestros líderes.