El anuncio de Latam GPT ha provocado una ola de reacciones divididas. Mientras algunos ven en este proyecto un avance significativo hacia la soberanía tecnológica de Chile y la región, otros lo consideran condenado al fracaso desde el inicio. En un contexto donde los modelos de inteligencia artificial (IA) de gran escala se han desarrollado con inversiones multimillonarias, la pregunta es inevitable: ¿puede Chile realmente construir un modelo de lenguaje competitivo con un presupuesto inicial de US$ 550 mil?
Desarrollar un modelo de lenguaje entrenado con datos locales es un esfuerzo loable. En un mundo dominado por modelos desarrollados en contextos anglosajones, contar con una IA que comprenda y refleje la realidad latinoamericana podría ser una ventaja clave en la modernización del Estado, la investigación y la innovación privada. Pero, ¿es viable en términos económicos y tecnológicos?
“El verdadero valor de Latam GPT no esté en su potencia bruta, sino en su aplicabilidad regional y su potencial para formar talento especializado”.
Los críticos han sido claros. Un modelo de 55 mil millones de parámetros no puede desarrollarse con una fracción de lo que han invertido compañías como OpenAI o DeepSeek. Si la iniciativa es meramente académica, el gasto puede justificarse como inversión en conocimiento y desarrollo de capacidades locales; pero si el fin es crear un producto que compita en el mercado, las expectativas deben ajustarse.
Quienes lo defienden sostienen que no se trata de replicar OpenAI o Google, sino de generar conocimiento y adaptar tecnología a nuestro contexto. Modelos anteriores, como BETO en 2019, lograron impactar la investigación y el desarrollo en Latinoamérica sin pretender destronar a los gigantes de la IA. Quizás, el verdadero valor de Latam GPT no esté en su potencia bruta, sino en su aplicabilidad regional y su potencial para formar talento especializado.
Otro punto crítico es la gobernanza y sostenibilidad. Si bien el proyecto cuenta con colaboraciones de diversas universidades e instituciones, queda por ver si dispondrá de recursos para su continuidad.
La falta de infraestructura computacional avanzada en Chile es una barrera importante. La inversión en supercomputadores es un paso en la dirección correcta, pero insuficiente si se busca mantener un modelo de IA en constante evolución.
Más allá del escepticismo o el entusiasmo inicial, el verdadero desafío de Latam GPT no está solo en su desarrollo, sino en su impacto real. ¿Se convertirá en una herramienta útil para la modernización del Estado? ¿Facilitará el acceso a tecnología avanzada para startups y PYME? ¿O quedará como un esfuerzo aislado?
Como toda iniciativa pública, Latam GPT debe someterse al escrutinio crítico, pero también merece la oportunidad de demostrar su valor. Si Chile aspira a ser protagonista en la economía digital, la inversión en IA no puede depender exclusivamente del sector privado o de corporaciones extranjeras. Construir tecnología propia es un camino largo y difícil, pero renunciar a la posibilidad de intentarlo podría ser un error aún mayor.