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La institucionalidad que queremos

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El 3 de marzo pasado, pocos días antes de terminar el gobierno, el ex presidente Sebastián Piñera envió al Congreso el proyecto de ley destinado a crear el Ministerio de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación. Una iniciativa loable, si pensamos que Chile necesita una institucionalidad fuerte en materia de tecnología, que regule y norme múltiples temas en esta materia.

El proyecto contempla dentro de este ministerio la creación de dos subsecretarías: Educación Superior, y Ciencia, Tecnología e Innovación. Podría estimarse que nuestra aspiración -de larga data- como Asociación Chilena de Empresas de Tecnologías de Información (ACTI), se vería satisfecha con este anuncio, pero claramente no es así. Ello porque el nuevo gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, tiene como uno de sus ejes prioritarios la educación pública y de calidad en todas sus etapas. Por lo mismo, creemos que este ministerio será finalmente un híbrido, donde claramente los recursos y las políticas que de allí emanen estarán centradas en la educación, dejando en una zona difusa a la ciencia, a la tecnología y a la innovación, sin lograr lo que realmente necesitamos como país: una institucionalidad fuerte para este sector transversal de la economía.

Es un ministerio que congregaría muchas materias, todas de igual importancia para el país, que no deberían estar juntas, sino que ir por carriles separados, donde la ciencia, la tecnología y la innovación tengan su propia institucionalidad. Es un tema sensible que se debatió ampliamente el año pasado con los comandos presidenciales de las candidatas, donde el grupo que representaba el pensamiento de la presidenta, liderado por Alejandro Micco, manifestó su intención de propulsar durante este gobierno la subsecretaría de ciencia, tecnología e innovación, dependiente del Ministerio de Economía. Como gremio creemos que aun cuando esta estructura no es suficiente para dar cuenta de lo que implican las Tic´s en el desarrollo económico del país y en el mundo, sin duda se trata de una institucionalidad más cercana a nuestra aspiración.

Hay que tener en cuenta que la vida de las personas depende cada día más de soluciones tecnológicas, lo que exige de una institucionalidad que no sólo promueva su permanente y rápido avance, sino que contribuya a que sus efectos positivos en las distintas áreas de la cotidianeidad sean de fácil y democrático acceso. Las economías emergentes han basado gran parte de su desarrollo en la tecnología; es por eso que una “agenda digital “ y el desarrollo competitivo internacional de la industria de los servicios es imperioso para su desarrollo y continuidad. Y en nuestro continente hemos podido observar cómo han avanzado en esta materia naciones como Colombia y Brasil, donde han tomado en serio el tema y cuentan con ministerios en el ramo, lo que les ha dado claras ventajas en Latinoamérica. Si Chile no se pone a tono, empezaremos a quedar atrás del resto de las naciones del continente, tal como lo hemos venido anunciando desde hace bastante tiempo y ratificado con el porcentaje que nuestro país tiene respecto a la I+ D+I de sólo 0,35% del PIB, lo que nos deja en el último lugar de los países de la OCDE.

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