¿Trump 2024?
Juan Ignacio Brito Profesor Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la U. de los Andes
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Juan ignacio Brito
Aunque él todavía no lo acepta, Donald Trump ha sido derrotado. No ocurre lo mismo con el movimiento que ha venido encabezando desde que irrumpió en 2016 en la escena política norteamericana como un precandidato al que nadie prestó inicialmente demasiada atención. Todo indica que Trump perdió, pero también que el trumpismo goza de muy buena salud.
Por eso, no es loco aventurar que Donald Trump podría volver a competir en 2024. La ley lo permite; el vigor electoral de sus partidarios lo pide; su control absoluto del Partido Republicano lo facilita; y, seguramente, ganas no le faltan.
La posibilidad de un rematch Biden-Trump pasa por los buenos resultados que alcanzaron los republicanos en estos comicios. Aunque no consiguió superar a Joe Biden, Trump es el candidato republicano que más votos ha conseguido en una elección presidencial. Lo más probable es que el partido del mandatario será capaz de retener la mayoría en el Senado, mientras redujo la diferencia en favor de los demócratas en la Cámara de Representantes y aumentó su presencia en las legislaturas y gobernaciones estatales.
La "ola azul" que predecían los medios y las encuestas no tuvo lugar. ¿La razón? Trump se encargó de hacer una campaña que entusiasmó a las bases conservadoras para ir a votar. Pese a que los demócratas se llevaron el premio mayor, hay motivos para que se preocupen.
El principal es que, si bien los demócratas progresaron en estados como Texas y Georgia, los republicanos consolidaron su competitividad a través de la ratificación de la fuerza electoral que ya exhibieron en 2016. La elección del martes confirmó que lo ocurrido ese año no fue un accidente, sino una tendencia. Son malas noticias para los demócratas, que hasta hace poco creían que estaban destinados a ganar como consecuencia inevitable de la demografía: la población blanca va en caída, las minorías latinas y de raza negra votaban azul, y el estilo de vida que favorecen los demócratas sumaba adeptos.
Los resultados de 2016 y 2020 cuestionan esa noción. La astucia política de Trump le hizo identificar una tendencia oculta para las élites liberales que regían los destinos de ambos partidos. Él se dio cuenta de que en lo profundo de Estados Unidos –especialmente en el campo, las localidades pequeñas y las zonas postindustriales venidas a menos del "cinturón del óxido"— habita un grupo cultural largamente ignorado por los biempensantes cosmopolitas. A ese segmento postergado le ofreció una mezcla de conservadurismo social con populismo económico. La exitosa fórmula revolucionó la política norteamericana, al punto que hoy el Partido Republicano es el preferido por la clase trabajadora y se ha alejado de los sectores profesionales que antes constituían su electorado.
Estos ahora se acercan a un Partido Demócrata crecientemente dividido entre un alma progresista y otra socialista, cuyo enfrentamiento ha sido retrasado momentáneamente a raíz de su común desprecio por Trump. Mejor aún, el Presidente obtuvo avances importantes entre el electorado negro y latino. Esto confirma que dio con una clave cultural que rompe con las "tribus identitarias" que los demócratas alguna vez consideraron su pasaje automático a la victoria.
La solidez del movimiento político-electoral inspirado por el Presidente, su control absoluto del Partido Republicano y la apasionada adhesión que suscita entre sus seguidores, constituyen bases sobre las que sin duda seguirá trabajando. Aunque todavía queda mucho y podría pasar de todo, no es descartable que en 2024 asistamos a la segunda parte de Biden vs. Trump.